5.8. El proyecto perdido de la Basílica de Juan Bautista de Toledo
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Publicado como «El proyecto perdido de la basílica del Escorial de Juan Bautista de Toledo», en El Monasterio del Escorial y la Arquitectura, Actas del Simposium, Instituto Escurialense de investigaciones históricas y artísticas, El Escorial (2002), p. 373-387.

Sabemos que la traza actual de la basílica no es la que proyectó Juan Bautista; probablemente ni siquiera guarde apenas ningún parecido con la original. La actual parece que fue diseñada finalmente, en mayor o menor medida, por Juan de Herrera basándose en la propuesta de Francesco Paccioto. No se conserva la traza que hizo éste último, pero si una carta en italiano dirigida al rey que, por lo interesante de sus apreciaciones, transcribimos íntegramente a continuación. Apoyándonos en la interpretación de esta y otras fuentes de la época haremos finalmente un ejercicio teórico de reconstrucción de esta carta semejante al que Rafael hizo con las cartas que describían la Villa de Plinio. Veremos como el texto deja muchos aspectos demasiado abiertos, obligándonos a una interpretación más libre de lo que nos gustaría, pero presenta interesantes sugerencias a la investigación escurialense.

El texto de Paccioto empieza con una crítica feroz a la "mal compuesta, sin medida, deforme y fea" planta de Juan Bautista, concluyendo que era mejor hacerla cuadrada. De este último apunte puede deducirse además que la de Juan Bautista no era cuadrada, tal vez ni siquiera de planta centralizada, por lo que entendemos que podría ser de planta basilical o cruciforme. Ya veremos más adelante como podemos encajar este dato con la "extraña" planta en "T" invertida de la descripción bíblica del Templo de Salomón:
         La causa porque yo he cambiado la planta de la iglesia que Juan Bautista de Toledo había hecho en la traza del monasterio que S. M. ha ordenado hacerse, ha sido por haberla encontrado yo mal compuesta, sin medida y sin buena arquitectura, como más adelante se dirá, el haberla hecho yo cuadrada con preferencia a otra forma ha sido por muchas razones, como la de encajar mejor en las líneas del monasterio por lo gracioso de su acompañamiento y por la mayor capacidad que lleva consigo esta forma sobre todas las demás compuestas de líneas rectas, y por su belleza, cual como ejemplo de muchas que nosotros vemos antiguas y modernas, une a lo precioso de su aspecto, la comodidad de los altares y sepulcros que con buen orden pueden allí acomodarse.
         Vuelvo de nuevo a la causa que me mueve a mudar la planta, digo, que aparte sean muchos los errores que en ella se encuentran y por los cuales la fábrica no se puede realizar, no diré en este informe sino solamente aquellos que bastan para dar a conocer que la iglesia no puede ser puesta en obra sino con deformidad y fealdad, sin razón ni medida de la noble, buena y bella arquitectura.

A continuación discute el tamaño de los pilares, estructuralmente demasiado delgados y demasiado pequeños para poder componer una sección de proporciones clásicas. Paccioto reconoce aquí que sólo tiene delante la planta de la iglesia: «Juan Bautista de Toledo había hecho el perfil que en Aranjuez me enseñó S. M.». Puesto que no vamos a estudiar esta sección, sólo señalaremos que la altura de las naves proyectadas por Juan Bautista eran de 85 pies (él propone 100 pies) la mayor, 45 pies las naves laterales y la de la cúpula de 4x50 = 200 pies. Los pilares están compuestos por un cuadrado de 5 pies con pilastras de 2 pies, es decir que se trata de cruces de 9 pies de ancho y largo con brazos de 2 pies de ancho.
        Comenzaremos, pues, primeramente con los pilares compuestos de columna plana y de pilastras del segundo arco: las columnas, según muestra la planta, son de cinco pies de ancho, y las impostas o pilastras del arco segundo tienen dos pies cada una, que, en total son nueve pies, y siendo el diámetro de la nave cincuenta pies, como aparece en la planta, digo, que las pilastras y las columnas son falsas y no pueden realizar su función sino con deformidad y fealdad, sin orden de arquitectura, por carecer de tamaño, como se muestra por esta razón: estas columnas pueden ponerse en obra con o sin pedestal; si no, como ya Juan Bautista de Toledo había hecho el perfil que en Aranjuez me enseñó S. M., digo que, o la columna pasa en largura su debida medida, o que la nave de la iglesia no llegará a su altura, la cual debe ser en su magnitud de dos cuadros, es decir, de dos veces su anchura; por eso, siendo las columnas, como ya se dice, de cinco pies, multiplicados por nueve, que es la mayor altura que se puede dar en este lugar, hacen cuarenta y cinco, y por el arquitrabe, friso y cornisa, dos gruesos de columna, que hacen diez pies; por la bóveda, la mitad de la anchura de la nave, que son veinticinco pies, además de cinco pies que se deben dar por agrandamiento de derecho, saliente de cornisa y otros miembros que hacen perder magnitud a la vista, todo lo cual en total hacen ochenta y cinco pies, la cual altura, como se ve, no llega a los cien pies que debe tener la nave, debiendo ser de dos cuadros como se dice para que no resulte enana, y aquí se ve la faltan quince pies para llegar a su altura.
        Además de esto, siendo el segundo arco de treinta pies de diámetro, como se encuentra en la planta, y las columnas, como se ha dicho, de cuarenta y cinco pies de alto, no sólo este arco no alcanza los dos cuadros como es conveniente para no ser menor que el arco de la nave, y a la misma vista, sino que no alcanza ni a cuadro y medio quitado el grueso de este arco, que es de dos pies como en la planta se encuentra; así que se ve que el arco tiene de ancho treinta pies y de alto cuarenta y tres, que es menos de cuadro y medio, cosa imperfecta y verdaderamente de poca y mala consideración; ahí está que sin pedestal la iglesia no puede ser.

Como vemos, los dos tamaños de las naves eran en el primer proyecto de 50 y 30 pies, muy parecidas a las definitivas (53 y 30), aunque el ancho de la cúpula creció hasta los 65 pies por los requiebros de los pilares centrales.
         Vamos ahora a analizar lo que sucede con el pedestal: como se dice, las pilastras que están a los lados de la columna por imposta del segundo arco son de dos pies cada una, cuya anchura no es bastante para el saliente de la base de la columna y de los basamentos de las pilastras; por eso, siendo la columna de la altura y ancho que se ha dicho y de forma plana, la base no debería exigir en total un saliente menor que la mitad del diámetro de esa columna que tiene dos pies y medio; al pedestal, para tener quince pies de altura, no se le puede dar menos saliente a su basamento que un pie y medio por cada lado, y si fuese más, sería mejor, para huir el que la obra no venga seua que son tres pies, los cuales, sumados a los dos y medio de la base de la columna y con los cinco de esa columna, hacen nueve pies y medio, sin contar con el cuarto de pie que se debe dar por lo menos por cada parte entre el saliente del pedestal y el extremo de la pilastra del arco segundo para dar mayor firmeza a la obra, que en total son diez pies y medio; como se expresa, en la planta no son más que nueve pies, de donde se infiere que ni aun con pedestales puede ser obra acabada, faltando al pilar el ancho de pie y medio sin poderlo remediar. Ahora supongamos que de esta manera la obra se lograse (que no puede ser), digo, que estando poco ligadas las pequeñas pilastras del coro con las grandes de la iglesia, el saliente de las grandes ocultará las pequeñas pilastras sin que se puedan ver, y la entrada resulta falsa, siendo contrario a lo que muestra la planta con grandísima deformidad; de manera que la obra en conjunto no puede comportarse, y así, ni por una ni por otra vía se puede traer la fábrica a buen fin.

La cúpula le parece a Paccioto demasiado pequeña, se extraña de la solución de la terminación del crucero que obligaría a cubiertas elípticas y critica los pilares de las naves laterales, que tenían cúpulas más pequeñas:
         Vengamos ahora a la cúpula y a los demás elementos de la iglesia: en cuanto a la cúpula, digo que para que resulte como se ve en la planta, del mismo diámetro de la nave grande, y debiéndose elevar sobre dicha nave con arquitrabe, friso y cornisa rector, y con techo esférico como se requiere, poco se aparta de su anchura en proporción cuádruple; esto es, de cuatro cuadros o cuatro diámetros de la nave, que más bien diríamos campanil que cúpula a cosa tan verdaderamente ridícula, que ni los antiguos ni los de la Edad Media observaron tal medida, si tal vez no fuese del tudesco o del gótico, de cuya arquitectura yo no hablo por no saber sus reglas ni medidas y por ser todo lo contrario a mis tendencias. En la planta se muestra igualmente que la diestra y siniestra del crucero deben ser cubierta ovalada, la cual cosa, por no poder hacerse con buena proporción a causa de volver uno de los lados mayor o menor del razonable, cosa que jamás fue usada de los antiguos, ni de los buenos modernos, aunque se hayan hecho numerosas variantes de cubiertas, no diremos más sobre esto sino que es cosa fuera de razón y que está mal.
         Las cúpulas pequeñas que están en la segunda nave, por no tener el debido resalto de la parte de muro, como lo tienen las otras tres partes, volverán la obra estropeada, como decir sin hombros, con mala gracia, por lo ruinoso que hace en cuanto a los cinco pies de la pilastra que debía estar de la parte, de la muralla, que sólo cómo lo muestra la planta, el saliente de los altares y su plataforma saldrán tanto fuera, que, además de fealdad, impedirán el tránsito, y que más bien parecería cosa fuera de lugar que adecuada. En estas cupulitas todavía se ven algunos más errores, como también los hay en la cúpula grande y su crucero, así de saliente como de resalto y de otras medidas, lo cual, por cosa fastidiosa, difícil de escribir y oscura de entender, haremos caso omiso, aunque la mitad de lo que se acaba de decir sea bastante para conocer las equivocaciones de esta planta.

En cuanto al coro y el sotacoro, la crítica que hace de sus dimensiones nos demuestra que nunca entendió el esquema tradicional español ni las necesidades del rey de que quedara a la altura del altar (y por tanto del dormitorio real) para facilitar el frecuente tránsito de Felipe II entre estos dos espacios:
        Pero no quiero dejar de hacer algunas observaciones respecto al coro y a la entrada de la iglesia debajo de aquél, la cual, por ser de composición de pilastras y en número de seis, como vemos en la planta con aquellas puertas y luces trastocadas que vienen indirectas por encima de las pilastras y que en medio de los vanos están en lugar del libre y expedito tránsito, así como en el mismo coro la cubierta al nivel de la iglesia, con la misma anchura y con treinta pies menos de altura, sin ninguna interrupción de resalto entre el coro y la iglesia y con el pilar que viene en medio de la anchura de dicho coro, con las ventanas en línea recta del macizo interior, no estando las inferiores en relación con las superiores e igualmente los tallados de las pilastras con el plano del coro, dejan la base bajo el pavimento o suelo, que bien pudiéramos decir con un trozo de columna y otro trozo con el capitel de ella con las aristas de la bóveda, que en ella avanzan por la parte superior, donde la forma es tan enana, que más bien puede llamarse gruta que coro; concluirán que aunque fuera de manera falsa el no tratarse ni de buena ni de mala, que esto se ve que está demasiado fuera de toda razón de la buena arquitectura, y esto basta en cuanto al informe de este plano, concluyendo ser más bien una pesadilla que una planta de iglesia real, como debe ser ésta, y con esto hacemos punto final.


Por otra parte, el Padre Sigüenza, en su Historia de la Orden de San Jerónimo, el otro texto conservado que puede darnos alguna pista sobre la traza de la iglesia, señala por una parte que las habitaciones de Felipe II abrazaban el presbiterio:
         [...] en la parte que mira al Oriente sacó fuera de la línea y fundamentos, que vinieron corriendo de Norte a Sur, la casa o aposento real, para que abrazasen por los dos lados la capilla mayor de la iglesia y pudiesen hacerse oratorios y ventanas que estuviesen cerca del altar mayor.
Un poco más adelante señala que había dos torres a los lados de la iglesia sobre dicho aposento real.
         Sin estas tenía otras dos torres a la entrada principal de toda la casa en el lienzo de Poniente, y otras dos a los lados de la capilla mayor de la iglesia, que caían sobre el aposento real, donde se habían de poner las campanas, como se ve en la traza y modelo de madera que hoy se guarda en este convento.

El rasguño de la traza que acompaña el manuscrito de su obra, conservado por suerte en la Biblioteca del Monasterio, señala claramente que dichas torres estaban en línea con las de la fachada, siguiendo las crujías interiores del convento y el palacio, lo cual presenta el problema adicional de alcanzar el presbiterio. También señala cómo el Palacio Real se adelanta sobre el cuadro sin tapar dichas torres. Veremos en nuestra propuesta gráfica como podrían haberse resuelto estas aparentes contradicciones, tratando también de respetar al máximo la solución final (basada por otra parte en la que Carlos V quiso para sí en Yuste).

Detalle de la «traza universal» en el manuscrito de la Historia de los Jerónimos de Fray José de Sigüenza, Biblioteca Real, Monasterio de El Escorial   Planta del Palacio privado de Yuste y de El Escorial (según Secundino Zuazo)

Como vemos, los textos no incluye ninguna referencia a las medidas generales del Templo, por lo que no tenemos otra posibilidad que buscar soluciones dentro de la lógica estructural de las crujías y líneas de composición del resto del convento. Además, para nuestra propuesta, hemos tenido que añadir algunos elementos tomados de las trazas que se conservan:


Nuestra solución se basa en partir de un templo "no especialmente centralizado" en planta, con una tipología más bien basilical tradicional, con tres naves longitudinales con cúpulas en las laterales y crucero en la base formando una "T" invertida. La posición del ábside es justo la intermedia de las dos propuestas por Ortega, ya que consideramos que es la única que encaja con el rasguño de Sigüenza. La solución está forzada para buscar su parecido con la "T" tradicional de la descripción bíblica del Templo de Salomón. El coro, como en la solución definitiva, aporta a la planta del Templo el brazo inferior de la cruz latina que recomendaba Trento, centralizando la planta en torno a la cúpula sin dejar de conciliar los otros tres brazos con el esquema y medidas del Templo de Jerusalén. De paso, haría más "comprensible" la incalificable planta en "T" con una visión "a la romana", aunque lo forzado del sotacoro haría a Paccioto rechazar la solución por incoherencia entre la planta y la sección. Pese a lo discutible de la decisión de asomar el coro hasta la base de la cúpula, esta línea de investigación (que desde luego no pretende ser definitiva) tiene varias ventajas:

  1. Se basa para la modulación de las naves en el módulo bíblico de 20 codos (38 3/4 pies), módulo ya contrastado en las medidas generales del quadro (736 x 581 pies = 380 x 300 codos): en efecto, la nave más la columna mediría 30+9 = 39 pies.
  2. Explica la necesidad de la terminación elíptica del crucero por alcanzar la longitud total de 100 codos (193 3/4 pies): x+9+30+9 +50+ 9+30+9+x = 193'75, de donde x=23,875 pies (incluyendo el grueso del muro final). Para haber podido acabar los cruceros en forma curva como el ábside hubiéramos necesitado 25 pies más el grueso del muro, lo cual explicaría la necesidad de la elipse.
  3. Es coherente con la longitud de la nave principal sin incluir el coro y añadiendo el grueso del testero de la iglesia (tomamos 6,75 pies: 1,88 metros): 50+9+30+9+30+9+50+6,75 = 193,75 pies (de nuevo 100 codos). La necesidad de llegar a los 100 codos justificaría la «terrible» decisión de «invadir» las crujías laterales del patio del convento que quedan junto a la nave secundaria del Templo. La solución final cuadrada haría desaparecer totalmente esas crujías laterales.
  4. Deja una planta de convento de lectura más independiente, más acorde con la génesis tradicionalmente aceptada del Escorial, respetando un tramo mayor de crujía como simétrica de la que da hacia el jardín de los frailes.
  5. Permite un alzado simétrico de la fachada de la iglesia desde el Patio de los Evangelistas, no como el "torpe" alzado desplazado actual. La presencia de la cúpula en el eje del patio y el respeto de las crujías laterales del mismo son probablemente los dos puntos más estimulantes de esta propuesta.
  6. Justifica la presencia desde el primer momento de los patinejos para iluminar el coro, el sotacoro y las "nuevas" crujías dibujadas frente a ellos.
  7. Es muy coherente con el "rasguño" de Sigüenza y con una lectura estructural lógica de las crujías de los patios mayores. Se mantiene en toda la longitud del Escorial el ancho del Patio de Reyes, tanto para el ancho de la iglesia como para el palacio privado del rey. El único muro que tiene que engordar para adaptarse a este ancho es el del Templo, cuya superior altura lo justifica sobradamente.
  8. Daría una explicación a la crítica de Paccioto de porqué la cúpula no llega por poco a los 200 pies (según nuestra hipótesis métrica 103,2 codos), ya que el Templo de Salomón tenía 100 codos de altura.
  9. Si incluimos las dos torres del frente de la iglesia (que Sigüenza no dibuja pese a que todas las trazas conservadas las incluyen), el número de torres de cada mitad del Escorial coincide con las seis torres del Templo de Jerusalén.
  10. La rareza de la tipología en "T" invertida podría explicar las terribles críticas de Paccioto, que no hubiera podido entender ni las formas ni la medidas de la traza de Juan Bautista. Estas críticas serían excesivamen-te duras contra nada menos que un Arquitecto Real de la talla de Juan Bautista de Toledo si no hubieran sido debidas a alguna otra causa, co-mo a las dificultades de la adaptación de la planta de un templo judío a los cánones trentinos de la cruz latina o al difícil acomodo de una traza impuesta por el mismo rey.

A cambio, nuestra hipótesis tiene varios problemas, que no ocultamos, y que tal vez justifiquen las terribles críticas que hace Paccioto a la planta y el que el rey resolviera la disputa a favor del italiano:

  1. El dormitorio real queda sin iluminación y ventilación directa, como consecuencia de su cercanía al presbiterio. Tiene una complicada conexión con los espacios próximos iluminados de debajo de la torre, que finalmente albergarían los dormitorios.
  2. Los pilares son demasiado estrechos y, por tanto, la cúpula y las naves poco espectaculares. No hemos tratado de mejorar los evidentes problemas estructurales porque en realidad, esta es la principal crítica que hizo Paccioto.
  3. Además, la nave principal mide 50 pies de ancho (aunque la definitiva sólo creció hasta los 53), cuando debería de medir 39 para igualarse al Templo de Salomón. La verdad es que hay que reconocer que el templo que construyó Salomón (que hoy veríamos más bien como una sencilla capilla palatina) tenía una nave especialmente pequeña (20 codos son poco más de 10 metros), por lo que este problema tenía difícil solución.
  4. La resolución del palacio privado de Felipe II no es especialmente convincente, precisamente porque se ha buscado la semejanza con el "rasguño" de Sigüenza. Es probable que estuviera ya presente en las primeras soluciones de 1560-62.


Como vemos, la hipótesis salomónica no resuelve todos los problemas pero plantea interesantes soluciones a otros, de forma parecida a cuando en un crucigrama se tantea con una palabra el resto de las palabras cruzadas. Es muy probable que ante la difícil solución de problemas como el del ancho de la nave y la apertura de huecos a las habitaciones privadas, Juan Bautista asumiera la solución de Paccioto y la integrara en una planta que ya era demasiado diferente a la del Templo de Jerusalén, en cuanto que el Templo ya no estaba en el centro del "Patio de los Sacerdotes". Es como si se hubiera asumido -cambiando si se me permite a un lenguaje más propio de la Biología, pero acorde con el carácter quasi-genético de la compleja generación de un proyecto arquitectónico- que no se podía "clonar" el Templo de Salomón, pero sí proponer una "mutación" que supusiera una interesante "evolución" del modelo original.


- Agustín Ruiz de Arcaute, Juan de Herrera, Arquitecto de Felipe II, Apéndice I, «Relación de Paccioto sobre la iglesia del Monasterio de El Escorial proyectada por J. B. de Toledo» (traducido del italiano; cfr. Archivo de Simancas, 0. y B., Escorial, leg. 2), p. 147-149, Espasa Calpe, Madrid, 1936.
- Agustín Bustamante, La Octava Maravilla del mundo, estudio histórico sobre El Escorial de Felipe II, pp. 636-647, Madrid, Alpuerto, 1994.
- Fray José de Sigüenza, O.S.H., La fundación del Monasterio de El Escorial. (Tit. org: Historia de la Orden de San Jerónimo, libro tercero: La fundación del monasterio de San Lorenço el Real, Madrid, 1600); Madrid, ed. de Aguilar, pp. 55-57, 1963.
- Javier Ortega Vidal, El Escorial, dibujo y lenguaje clásico, Sociedad Estatal para la Conmemoración de los Centenarios de Felipe II y Carlos V, Madrid, 1999.
- Javier Rivera Blanco, Juan Bautista de Toledo, Valladolid, 1984.
- Juan Rafael de la Cuadra Blanco, «El Escorial y el Templo de Salomón», en Anales de Arquitectura, nº 7, Valladolid, ETSAUV (1996), pp. 5-15.
- Matilde López Serrano, Trazas de Juan de Herrera y sus seguidores para el Monasterio del Escorial, Patrimonio Nacional, Biblioteca Nacional, Catálogo de Dibujos I, Madrid, 1944.

POST ESCRITUM (febrero de 2004)

Resulta interesante comparar la iglesia que pude recostruir uniendo fuentes escritas y dibujadas con la del Monasterio de los Benedictinos en Catania, en Sicilia (1558-1646), que Iñiguez Almech citaba como un posible antecedente de El Escorial. Ante todo debemos recordar que el entonces llamado Reino de las Dos Sicilias (Nápoles y Sicilia) era parte integrante de los dominios de Felipe II, a través de su herencia aragonesa. El monasterio, actual Facultad de Filosofía y Letras, presenta una disposición muy semejante a la escurialense y su disposición en patios alrededor de la iglesia es especialmente semejante a la escurialense. Íñiguez Almech creía que las influencias fueros mútuas: al principio de los benedictinos en El Escorial, para luego a la inversa infuir en las grandes escaleras. Señala también influencias en su disposición axial, de planta rectangular forzada, nueva y fuera de todo la tradición monástica, las grandes fuentes de los parios y las enormes salas capitulares, idénticas e inusitadas en otros monasterios. Las principales diferencias son la entrada a la iglesia desde el exterior (fruto de la nueva planta barroca) y la igualdad de sus cuatro patios, que la aleja de los modelos bíblicos, ya que el Templo de Jerusalén tenía dos jerarquías de patios: el grande para los sacerdotes y cuatro pequeños cuadrados para las cocinas y otras funciones de servicio.

El Monastero dei Benedettini di S. Nicolò l'Arena
Plano del monasterio

El 28 de noviembre de 1558, en presencia de Niccolò Caracciolo obispo de Catania y el virrey español don Juan de la Cerda y Silva, Duque de Medinaceli , fue puesta la primera piedra del edificio, con una planta rectangular inmensa, la mayor de la ciudad. El monasterio fue en su momento el segundo mayor de Europa, tras el de Mafra en Portugal. Según Vito Amico (en su Lexicon topographicum siculum, publicado en Catania entre 1757 y 1760), el diseño del monasterio se atribuye al monje benedictino catanés Valeriano De Franchis. En 1578 los monjes, con un procesión solemne, tomaron posesión de la parte Este del edificio, aún muy incompleto. A finales de siglo se comenzó la construcción de la iglesia, que creció hasta la muralla de la ciudad, por donde se hizo la entrada, y del claustro que, proyectado con pilares de piedra caliza, fue realizado alrededor a 1608 con columnas de mármol y ricos ornamentos. A mediados de siglo XVII el monastero recibió cincuenta y dos monjes, así como numerosos hermanos y personas del servicio; se enriqueció con frescos, estatuas en el claustro, y fue equipado con un acueducto. Un precioso testimonio iconográfico nos ha llegado a través de los frescos de la bóveda de la sacristía de la catedral de Catania -al Oeste, sobre la mole del castillo de Ursino, el monastero domina la ciudad-, algo posterior a 1669, año de la erupción del Etna que afectó mucho al Norte y Oeste de la planta superior del edificio, y de forma particular a la inacabada iglesia.


Link con Internet http://www.unict.it/web-ateneo/monastero/museo/storia.htm

Convento benedictino de Catania   Vista aéra del monasterio benedictino de Catania. Los parecidos con El Escorial son extraordinarios

Patio y restos de la fuente. Compárese con el Patio de los Mascarones escurialense    Escalera principal, de la misma tipología que la de El Escorial

Planta, vista aéra del monasterio benedictino de Catania, patio con fuente y escalera principal. Los parecidos con El Escorial del esquema general son extraordinarios. Los patios son muy parecidos al Patio de los Mascarones escurialense, así como la escalera principal, de la misma tipología.

Pero lo que más nos interesa recalcar aquí es la semejanza de las plantas de las iglesias de ambos monasterios, ya que aunque la iglesia es un proyecto barroco del siglo XVII podemos suponer que tuvo que llenar, al menos en su cabecera, el espacio que la iglesia original ocupaba en el proyecto de 1558. Y no sólo nos vamos a referir a las más evidentes, semejanzas facilmente verificables en el texto de Paccioto, como la cabecera curva, las terminaciones del crucero (que yo me resistí intuitivamente a hacerlas elípticas en mi propuesta y que tanto dolían al italiano) y la disposición general de las naves y cúpulas. Me parece más interesante resaltar los tránsitos por encima de las naves laterales hacia la cabecera, la penetración del presbiterio en la zona de patios, la forma en que las naves laterales se "incrustan" dentro de las crujías de los claustros del monasterio, la iluminación del coro y el acceso mediante patios, y la escasa fuerza de la cúpula en el esquema general (frente a la propuesta final de Herrera, inspirada en el Vaticano). Incluso las diferencias, como el escaso grosor de los pilares en la propuesta de Juan Bautista, habían sido ya señaladas por Paccioto en su famoso texto. Otra diferencia importante es la simplificación de las crujías en El Escorial, donde se evita el pasillo entre las habitaciones y los patios porticados, lo que permite iluminar las estancias por los dos muros. Por último, las medidas del monasterio completo (antes de la erupción del Etna) según el parcelario digital de la Ciudad de Catania, eran de 203 x 150 metros, mientras que las de El Escorial son, según mi propia medición, de 205'35 x 160'02 metros (205'12 x 161,94 según mi tesis del proyecto original)

Hipótesis de la iglesia de Juan Bautista de Toledo    Detalle de la iglesia

Hay un detalle que no quiero dejar pasar inadvertido: la longitud de los brazos en "T" de la planta del convento de Catania es muy similar en proporción a la hipótesis basada en la proporción del Templo de Salomón, lo que nos sirve además para reflexionar sobre el uso de un templo en un convento. La innecesariedad de la presencia de seglares en el culto favorecería la implantación de un amplio coro alto -que partiera en sección la nave principal con dos alturas- desde donde los monjes rezaran y cantaran frente a un amplio presbiterio, que también podría servir como otro coro. Los brazos del crucero servirían para los momentos en los que los asistentes aumentaran. Incluso en Catania tiene sus propios altares para el caso contrario: misas con escasa afluencia de monjes. El posterior proyecto barroco ampliaría la nave principal, sacándola del rectángulo de la planta general.

Mapa de los estados italianos en el Siglo XVI    Fachada inacabada de la iglesia

La información que nos ha llegado del monasterio de Catania es insuficiente para saber hasta qué punto pudo haber influido su planta en El Escorial, o si pudo ser más bien al revés. Para empezar, el terremoto del 1693 destruyó casi totalmente la ciudad y aunque el monasterio sobrevivió la iglesia sufrió serios daños. El proyecto original de S. Nicolò es de 1558, época en que Juan Bautista todavía vivía en Nápoles, ciudad de la que salió en 1560 tras la orden de Felipe II cursada desde Gante el 15 de julio de 1559. Durante su estacia en Nápoles como arquitecto del Emperador Carlos V y director de las obras reales del Virreinato (1549-60) realizó la Strada de Toledo, la iglesia de Santiago de la Nación Española, los palacios de Pozzuoli y de los Virreyes y el «baluordo della Marina» dell Castel Nuovo, entre otras importantes obras. Parece lógico pensar que estuviera al tanto, o al menos solicitara sus planos llegado el momento, del proyecto del segundo mayor monasterio de Europa que se acababa de empezar a construir en la cercana Sicilia. En 1561 el rey y su arquitecto estaban ya en Madrid trabajando en las trazas del monasterio de El Escorial y en 1963 pusieron su primera piedra. Tanto si fue el templo escurialense el que influyó en el siciliano o si fue al revés, estamos ante uno de los pocos indicios ciertos de cómo pudo ser la iglesia que diseñó Juan Bautista para El Escorial.


- Javier Rivera Blanco, Juan Bautista de Toledo, Valladolid, 1984.
- Francisco Iñiguez Almech, Las trazas del Monasterio de S. Lorenzo de El Escorial. Discurso del académico numerario leido en el acto de su recepción pública, p. 20, nota 30 y fig. 3, Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, Madrid, 1965. Cita a J. Durm, Die Baukunst der Renaissence in Italien (vol. V de la parte II Handbuch der Arquitektur), Leizpig, 1914; fig. 860, plano general; pág. 984, fechas.


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