El Rey Sabio Salomón construyó un edificio perfecto, diseñado por el mismo Dios según los planos que Él mismo entregó a David, para que fuera la Casa de Dios en la Tierra. Yahvé, actuando como sumo Arquitecto, debió reproducir ahí la misma estructura armónica que rige el Universo, ya que la Perfección es única. Los hombres de poder, que conocían el relato bíblico y que desde luego no lo ponían en duda, se lanzaron a una obsesiva búsqueda y superación de este modelo: la construcción absoluta y esencial, y el punto de referencia de toda la Arquitectura. En palabras de Wittkower: "De esta manera el templo de Jerusalén se convirtió en foco de teorías cosmológicas y estéticas acerca de la proporción. Aquí había un campo de experimentación para el empeño de la filosofía del Renacimiento por reconciliar a Platón con la Biblia, pues ¿no fue el propio Dios quien inspiró a Salomón para que materializara las relaciones numéricas de las armonías celestiales de su edificio?"
Hasta nosotros han llegado muchos testimonios de edificios que han usado el modelo salomónico para inspirarse, evocarlo, imitarlo o incluso superarlo. Carlomagno construyó su Capilla Palatina en Aquisgrán «juxta Sapientissimi Salomonis exemplum». En 1130 tuvo lugar la consagración de la nueva cabecera de la Catedral de Canterbury, donde el rey Enrique I creyó ver la ceremonia más magnífica que ninguna de su clase «desde la consagración del Templo de Salomón». Un fragmento de uno de los tratados del Anónimo de Ruán que subraya cómo Salomón construyó y consagró la Casa de Dios puede referisrse al patrocinio de Guillermo el Conquistador sobre la abadía de Saint-Étienne, en Caen. La Lonja de Valencia, en su salón de columnas retorcidas, se inspiró claramente en el modelo bíblico, según Battisti. Juan Antonio Ramírez ha propuesto como modelo el Templo de Salomón para el Larkin Building (Buffalo, 1904-05) de Frank Lloyd Wright, especialmente en las galerías que envuelven el patio y los pilares coronados con esferas, que tanto evocan a las míticas Jakim y Boaz.
Como señaló William J. R. Curtis, también Le Corbusier pudo inspirarse en la reconstrucción de Hemle y Corbett publicada en Pencil Points del «Templo y ciudadela de Salomón» en 1925 para su proyecto del Mundaneum (Ginebra, 1929). Tal vez no sea una gran comparación, ya que precísamente la reconstrucción de Hemle y Corbett es una de las más libres (es la ciudadela de Salomón que describe el Libro de Reyes, no el ordenado Templo de Ezequiel) en comparación con otras reconstrucciones que se atienen más al espíritu racional y modular del Segundo Templo que describen Ezequiel o Josefo. Veremos más adelante como el Mundaneum más bien se parece al mismo Escorial; irónicamente el parecido entre el Monasterio de Felipe II y el Templo de Salomón, con su similar composición a base de patios y crujías pudo confundir a Curtis.
Estudiaremos ahora algunos casos singulares que han dejado pruebas sustanciales de la intención de imitar al rey Salomón. Es curioso que precísamente en el Escorial, donde las pinturas, esculturas, libros y tratados de tema salomónico se amontonan de forma probatoria (sin hablar del propio esquema arquitectónico, de tan innegable parecido), no haya ninguna alusión en la Carta de Fundación o en documentos firmados por el Rey o sus arquitectos. Es probable que el fuerte antijudaismo de la época tenga algo que ver en ello. Pero también nos gustaría hacer ver que frente a paralelismos arquitectónicos tan débiles como el seguimiento de las proporciones interiores del Santuario de Salomón (20x60x30 codos), El Escorial haya sido, probablemente, el único que rigurosa y científicamente haya intentado reconstruir las descripciones del Templo de Jerusalén que Cristo conoció en el siglo I, que el historiador Josefo describió tan minuciosamente.
Fue construida sobre la primitiva basílica de Constantino en tan sólo cinco años durante el imperio de Justiniano por los griegos Antemio de Tralles e Isidoro de Mileto, matemático y arquitecto respectivamente, que trataron en palabras de Agatías de «aplicar la geometría a la materia sólida». Justiniano, según su cronista oficial Procopio, al ver Santa Sofía terminada exclamó: «Salomón, te he superado». Su arquitectura es eminentemente espacial, aunque el efecto exterior ha sido especialmente variado por los invasores turcos, que lo enriquecieron con minaretes, espolones y otros contrarrestos. La idea del edificio fue el que la gran cúpula que se iba a construir se sostuviera merced a cuatro arcos reforzados, mediante contrafuertes y semicúpulas que desviaran los empujes. Se evitaba así el uso del hormigón, empleado por ejemplo en el Panteón de Roma. La planta es un rectángulo de 77 x 71 metros. La cúpula, de 67 metros de altura y 33 de diámetro, se apoya sin tambor en cuatro puntos y está rodeada por cuarenta pequeños cotrafuertes separados por otras tantas ventanas, dando la sensación según Procopio de estar«suspendida del cielo por una cadena de oro». Por fuera, la masa de la gran iglesia se eleva no sin cierta armonía, pero sin demasiada gracia. La cúpula imponía una centralización bastante ajena a las basílicas del pasado, pero gracias a las pechinas y la traslación de los esfuerzos a las naves laterales, así como un refinado uso de la luz, «no parece decansar en base sólida».
Su proporción original, según Scheja (cit. por Ramírez, 1981: pp. 86s) sería de 300 pies bizantinos por 100 de anchura (la cupula) y 150 de altura, proporciones también coincidentes con las del Templo de Salomón (60 x 20 x 30 codos). Scheja también recuerda la presencia de unos querubines en las pechinas como único elemento figurativo además de la cruz. Ramírez (1991, p. 4) cree el malentendido posterior entre la arquitectura ortogonal de Salomón y la «redondeada» de Santa Sofía pasaría desde entonces por «la reconstrucción del Templo de Salomón a partir de la versión edificada en Constantinopla». pero es probable que lo que reproduzca sea un esquema modular con la nave (2x4x3 módulos) a doble escala que el santuario interior (1x1x1), que reproduce las proporciones por separado que el Libro de Reyes, lo que explicaría las dificultades de Scheja en conseguir el largo del Templo de Salomón.
Etérea y mágica, la Sainte-Chapelle es considerada como una de las obras maestras de la arquitectura gótica: luz, color, espacio y adecuación del arte y de la fe; la bóveda parece flotar por encima de las vidrieras, mientras que la masa de los contrafuertes desaparece tras las nueve finas columnas que hacen difícil apreciar el verdadero volumen del pilar. En la Edad Media los devotos compararon esta iglesia con «la puerta del Cielo». La capilla fue construida entre 1242 y 1248 por Luis IX para albergar la supuesta corona de espinas de Cristo y fragmentos de la Vera Cruz, probablemente con la intención de subrayar mediante esta corona la continuidad entre la monarquía de Jesucristo y la dinastía francesa, primer reino de la cristiandad. La elegante y aérea estructura del edificio se difumina ante el esplendor de los 600 metros cuadrados de vidrieras, que relatan toda la historia de la humanidad desde el Génesis hasta su redención por Cristo. Atribuida a Pierre de Montreuil, la capilla es una obra maestra de la transparencia. El muro desaparece en beneficio de las cristaleras separadas por finas columnas que ascienden hasta los arcos de la bóveda. La nave única se remata con un presbiterio de siete lados. El edificio parece pequeño, muy elevado, aéreo, con proporciones prácticamente duplas: 10'50 x x 20'50 m.
El evidente parecido con el Templo de Salomón (que no olvidemos era también una capilla palatina de medidas interiores 20 x 40[+20] x 30 codos, es decir, aproximadamente 10'50 x 21'00[+10,5] x 15'75 m) se subraya también por su cercanía a la Basílica de St-Denis, al Norte de París (1132-44), donde el abad Suger desplegó una suerte de comparaciones con el Templo de Salomón al consagrar la nueva cabecera poligonal de la antigua abadía, con su girola y capillas absidales, comienzo del gótico francés que luego tendría continuidad en Sens, Noyon, París, Chartres, Reims, Amiens, San Quintín, etc. Suger (De consecratione ecclesiae sancti Dionysii, II, 218) señala que ambos templos se construyeron con la misma finalidad (ser la Casa de Dios) y que ambos tienen el mismo autor (Dios, ya que señala que concibió St-Denis en una revelación): "Conferebam de minimis ad maxima, non plus Salomonianas opes Templo quam nostras huic operi sufficiere posse, nisi idem ejusdem operis auctor ministratoribus copiose praepararet. Identitas auctoris et operis sufficientiam facit operantis." Y sin embargo ni la forma, ni las medidas, ni las proporciones nos recuerdan al Templo de Salomón. Sí debemos hacer incapié en que St-Denis es el lugar de entierro de casi todos los reyes franceses (incluyendo desde 1559 a Enrique II, padre de Isabel de Valois y suegro efímero de Felipe II), por lo que cobra especial importancia la probabilidad de que el monarca español conociera las palabras del abad Suger sobre su intento de reconstrucción «simbólica» del templo salomónico.
No se sabe con seguridad cuándo comenzó a construirse la Cappella Sistina, encargada durante el papado de Sixto IV (1471-84), aunque un documento de 1477 señalan que su construcción estaba ya muy avanzada. Su arquitecto pudo ser Giovannino dei Dolci o Baccio Pontelli, y Battisti cree que incluso el proyecto puede ser anterior a esta época, del papado de Nicolás V (1447-55). Esta época del Renacimiento estuvo teñida de un fuerte milenarismo apocalíptico y salomónico: Battisti ha subrayado la importancia de Salomón como el móvil simbólico de las empresas constructoras de los pontífices del humanismo. Giannozzo Manetti aludió al arquitecto de Salomón para elogiar a Nicolás V: "Si Hiram quoque Tyrensem famosissimi Templi Salomoni nam Architectum [...] quanto nos majores Nicolao nostro laudes largiri praebereque impellirum". Sixto IV hizo reproducir a Peruguino en el fresco sobre la Entrega de las llaves a San Pedro el emblema "Inmensum Salomo templum tu hoc quarte sacristi Sixte opibus dispar religione prior". Julio II (1503-1513) se proclamó heredero del salomonismo de su tío Sixto IV, el constructor de la Capilla Sixtina: "El sabio Salomón, aunque no iluminado por la luz del cristianismo, no reparó en gastos para edificar a Dios una casa digna de Él. También nuestros predecesores, y ante todo nuestro tío Sixto IV, se afanaron en tal intento. Nada interesaba más a Sixto IV que la sublimación del culto divino y la digna ornamentación de los lugares santos" (bula del 19 de febrero de 1513).
Resulta curioso que pese a ocupar el corazón de los Palacios Vaticanos junto a la Basílica de San Pedro, la arquitectura de la Capilla Sixtina no parezca especialmente interesante. Se trata de un edificio grandioso, pero de impresión general pobre, de limitadas ambiciones estéticas. Las estructuras se debordan por los magníficos frescos de Miguel Ángel encargados por Julio II (1508-12), mientras que su exterior se ahoga entre las numerosas construcciones posteriores. Su tipología perfectamente rectangular es extraña también: no es fácil señalar si es una sala, un oratorio o una capilla, y su ausencia de ábside y sacristía en su origen no nos ayuda a definirla. Battisti propuso que las medidas de la Capilla reproducían las del Templo de Salomón: "Si damos al codo el valor palestino del codo de tela, de 0'67 metros, tendríamos para el Templo de Salomón una longitud de 40'27 metros y una profundidad de 13'47 metros, mientras la Capilla Sixtina mide 40'23 de largo y 13'41 de ancho". La altura es de 20'7 metros. Subraya también el parecido arquitectónico: tres pisos, con un interior dividido en dos partes, una de ellas para el Sancta Sanctorum, con proporción 3:1 (60x20 codos) perfectamente rectangular, ventana obícuas y cámaras láterales a su alrededor.
En 1713 la ciuadad de Viena sufrió una de sus peores epidemias de peste, por lo que el emperador austriaco Carlos VI (1711-1740) prometió que cuando acabara levantaría una iglesia a San Carlos Borromeo (1538-84), patrono de la lucha contra la peste. Como El Escorial, también esta iglesia -según Chueca, una de las obras barrocas más grandiosas de todos los tiempos- se debió a un voto de un Habsburgo. Se convocó un concurso que ganó Johann Bernhard Fisher von Erlach (1665-1723), autor también de los palacios Trautson y Schönbrunn, aunque la obra la terminaría su hijo en 1737. Construida en un grandioso y desenfadado barroco eclecticista, con la cúpula romana, el pórtico griego y los pabellones laterales y las columnas de inspiración oriental. Estas columnas, inspiradas en la Columna Trajana de Roma, presentan escenas de la vida del santo milanés, con temas basados en la constancia (izquierda) y el valor (derecha). También se ha señalado el parecido de las columnas con el cuadro "Lucha de gladiadores" del pintor veneciano París Bordone (1500-1571), propiedad de Carlos VI.
Hans Sedlmayr (Épocas y obras artísticas, Ed. Rialp, Madrid, 1965, vol. II, pp. 170-182) hizo notar la semejanza entre estos pilares y los del grabado sobre la «Destrucción del Templo de Salomón por la tropas de Tito» de Maarten van Heemskerck (1498-1574), así como las columnas de Hércules del «Plus Ultra», lo que enfatizaría las pretensiones austriacas en la Guerra de Sucesión española. A mí me gustaría señalar también la especial configuración de la planta en "T" invertida con un largo prebiterio, poco habitual en el barroco -más dado a la centralidad- y también presente en el Templo de Salomón. Debemos notar que Fisher von Erlach hijo publicó el famoso «Entwurf einer Historischen Architectur» (Bosquejo de una arquitectura histórica, Viena, 1721), una obra de ilustraciones con comentarios, considerada como la primera historia universal comparada de la arquitectura en cinco volúmenes; el primero trata precísamente del Templo de Salomón, donde reproducía la reconstrucción de Villalpando.
Plantas de la Karlskirche, hipótesis de la planta de la Basílica de El Escorial, según la documentación del proyecto original de Juan Bautista de Toledo, y planta de la iglesia del Monastero dei Benedettini (Catania). Todas ellas con el esquema en "T" invertida del Templo de Salomón, pero buscando dar centralidad a un esquema dominado por un largo presbiterio.
- Otto von Simson, La Catedral Gótica. Los orígenes de la arquitectura gótica y el concepto medieval de orden (1956), esp. pp. 16, 113 y 154, Alianza Editorial, Madrid, 1980.
- Eugenio Battisti, Renacimiento y Barroco (1960), sobre todo el cap. III: «Roma apocaliptica y rey Salomón», pp. 57-72 (especialmente pp. 66 y ss), Cátedra, Madrid, 1990. Las imágenes reproducen el clásico de E. Steinmann, Die Sixtinische Kapelle, Munich, 1901-1905.
- Rudolf Wittkower, Sobre la arquitectura en la edad del humanismo. Ensayos y escritos, incluye "Sistemas de proporciones", pp. 527-539, Barcelona, Gustavo Gili, 1978.
- René Taylor, «J. B. Villalpando y J. de Prado: de la arquitectura práctica a la reconstrucción mística», pp. 153-212 (especialmente p. 208, n. 67); en Dios arquitecto, ed. J.A. Ramírez, Siruela, Madrid, 1991.
- Juan Antonio Ramírez, «Evocar, reconstruir, tal vez soñar. El Templo de Jerusalén en la historia de la arquitectura», pp. 1-50; en Dios arquitecto, ed. J.A. Ramírez, Siruela, Madrid, 1991.
- William J. R. Curtis, Le Corbusier: ideas y formas, p. 89, Hermann Blume, Madrid, 1987.
(4.10.b. Le Corbusier y El Escorial) |