En general, pocas aportaciones a la reconstrucción del Templo nos han ofrecido nuestros contemporáneos. Algunas reinterpretaciones de modelos clásicos -sobre todo la de Perrot-Chipiez-, y curiosas aportaciones basadas en los últimos descubrimientos arquológicos. También destacan recopilaciones como las de Helen Rosenau.
Desde la muerte del Dr. Avi-Yonah, se han continuado aportando datos datos de las últimas excavaciones por el Dr. Y. Tsafrir ejecutadas por Ch. Peretz. El modelo está construido a escala 1:50, con materiales autóctonos semejantes a los que debieron utilizarse en su tiempo: piedra, mármol, cobre, hierro y madera.
El estilo, en el que la influencia que pudo tener la ocupación romana no intenta ocultarse, se aleja de otras propuestas orientalistas que piensan más en el templo que Salomón construyó en el mismo lugar seis siglos antes. La influencia sobre otras maquetas, como la de la ilustración adjunta, sita en un convento de la Vía Dolorosa en Jerusalén, ha sido muy fuerte. |
Reproduce el Templo de Herodes rectangular del Atlas de Israel de medidas generales 178x278 codos, con los cuatro patios cruciformes de las cocinas cuadrados de 40 codos. Existe una edición resumida en castellano: Jerusalén. Libro de bolsillo, trad. de A. COMEY, Keter, Jerusalem, 1980. Joan COMAY reprodujo también esta propuesta, ligeramente simplificada, en The Temple of Jerusalem (Holt, Rinehart and Winston, New York, 1975).
Insisto siempre en la posición de los cuatro patios de las cocinas porque, tal vez, sea la principal coincidencia con el esquema arquitectónico de El Escorial. Sin embargo, no todas las reconstruciones lo incluyen, o no en posición cruciforme. Desde que Vogué lo propuso, muchos le siguieron dejando el patio de las mujeres exento. Las fuentes más antiguas los sitúan de forma simétrica en las esquinas de un patio mayor cuadrado, como en la presente ilustración. |
Reconstrucción ortodoxa del Templo de Herodes, semejante a la de la Encyclopaedia Judaica y, por tanto, perteneciente a las que tienen un esquema coincidente con el de El Escorial.
Sus medidas generales son de 340x140 codos, con patios cruciformes de 40 codos. Reproduce la fachada de Watzinger. |
Este libro reproduce con profusión imágenes de la maqueta que el autor ha realizado por pura fascinación de maquetista basándose en Josefo, la Misnah, el Carta's Atlas on Jerusalem de Dan Bahat (1983), el Ready to rebuild de Tomas Ice and Randall Price, Bellow the Temple Mount in Jerusalem, de Shimon Gibson y David M. Jacobson, la obra de Ritmeyer y otras fuentes.
Garrard comenzó su maqueta en 1980 sobre un tablero de 20x12 pies con auténticas «piedras» y casi 4.000 pequeñas figuras de personas pintadas a mano, con vestidos de la época. Existe también un doble vídeo realizado con el profesor de Biblia Rev. Christopher Hill, que resumen ocho seminarios en cuatro horas de imágenes. |
Este CD multimedia realizado en Israel por autores como el Dr. Y. Ayutman (yrsalem@actcom.co.il), Dr. E. L. Matin (askssm@aol.com) y S.Tuvia (100264.114@compuserve.com), y cuenta con una página WEB donde actualizar información, correo, soporte técnico, bibliografía, foros de discusión, etc. Fax: (972) 501-30-73 De espléndidos efectos especiales, incluye (eso sí, en inglés)todos los textos bíblicos relacionados con el Templo, debates interactivos, vídeos explicativos y la posibilidad de un recorrido en realidad virtual. La reconstrucción del Templo sigue punto por punto el texto bíblico del profeta Ezequiel, de donde resulta un templo cuadrado en la linea de Perrot y Chipiez. |
"[...] el modelo debe ser el del Templo de Jerusalén, tal como lo describe el profeta Ezequiel. Venid mañana conmigo a la abadía. Uno de los canónigos, el doctísimo Ricardo de San Víctor, está buscando la manera de reconstruir el plano del Templo, dado que el texto del profeta resulta oscuro en algunas partes.
—Señor Nicetas —dijo Baudolino— yo no sé si te has ocupado alguna vez de las medidas del Templo.
Los días siguientes, Abdul sugirió que, dado que Ezequiel era, a fin de cuentas, un hombre del pueblo de Israel, alguno de sus correligionarios podía darnos alguna luz. Y, como sus compañeros observaran escandalizados que no se podían leer las Escrituras pidiendo consejo a un judío, dado que notoriamente esta pérdida gente alteraba el texto de los libros sagrados para borrar de ellos toda referencia al Cristo venidero, Abdul reveló que algunos de los mayores maestros parisinos se servían a veces, aunque a escondidas, del saber de los rabinos, por lo menos para aquellos pasos donde no estaba en cuestión la llegada del Mesías. Ni aun haciéndolo adrede, precisamente aquellos días, los canónigos victorinos habían invitado a su abadía a uno de ellos, todavía joven, pero de gran fama, Solomón de Gerona.
—Todavía no.
—Pues bien, no lo hagas nunca, porque es como para perder la cabeza. En el Libro de los Reyes se dice que el Templo mide sesenta codos de ancho, treinta de altura y veinte de profundidad, y que el pórtico tiene veinte de ancho y diez de profundidad. En cambio, en las Crónicas, se dice que el pórtico mide ciento veinte codos de altura. Ahora bien, veinte de ancho, ciento veinte de altura y diez de profundidad: no sólo el pórtico sería cuatro veces más alto que todo el Templo, sino que sería tan fino que se caería de un soplido. Lo malo se te presenta cuando te lees la visión de Ezequiel. No hay medida que cuadre, hasta el punto de que muchos hombres píos han admitido que Ezequiel había tenido precisamente una visión, que es casi como decir que había bebido un poco demasiado y que veía doble. Nada malo, pobre Ezequiel, también él tenía derecho a solazarse, si no fuera que aquel Ricardo de San Víctor había hecho el siguiente razonamiento: si cada elemento, cada número, cada pajilla de la Biblia tiene un significado espiritual, hay que entender bien qué dice literalmente, porque una cosa, para el significado espiritual, es decir que algo mide tres, y otra cosa es decir que ese algo mide nueve, dado que estos números tienen significados místicos distintos. Ni te cuento la escena cuando fuimos a seguir la clase de Ricardo sobre el Templo. Tenía el libro de Ezequiel ante los ojos, y trabajaba con una cuerdecilla, para tomar todas las medidas. Dibujaba el perfil de lo que Ezequiel había descrito, luego cogía unas varillas y unos tabloncillos de madera tierna y, ayudado por sus acólitos, los cortaba e intentaba juntarlos con cola y clavos... Intentaba reconstruir el Templo, y reducía las medidas en proporción, quiero decir que allá donde Ezequiel decía un codo él hacía cortar por el grosor de un dedo... Cada dos minutos se venía todo abajo, Ricardo se enfadaba con sus ayudantes diciendo que habían soltado la presa, o puesto poca cola; éstos se justificaban diciendo que era él el que había dado las medidas equivocadas. Luego el maestro se corregía, decía que quizá el texto escribía puerta pero en ese caso la palabra quería decir pórtico, porque, si no, resultaba una puerta del tamaño casi de todo el Templo; otras veces volvía sobre sus pasos y decía que cuando dos medidas no coincidían era porque la primera vez Ezequiel se refería a la medida de todo el edificio y la segunda a la medida de una parte. O también, que a veces se decía codo pero se refería al codo geométrico que vale seis codos normales. En fin, durante algunas mañanas fue una diversión seguir a aquel santo varón rompiéndose los cuernos, y nos echábamos a reír cada vez que el Templo se desmoronaba. Para que no se dieran cuenta, fingíamos recoger algo que se nos había caído, pero luego un canónigo notó que siempre se nos caía algo y nos echó de allí.
Naturalmente, Solomón no se alojaba en San Víctor: los canónigos le habían encontrado un cuarto, hediondo y oscuro, en una de las calles más mal paradas de París. Era de verdad un hombre de joven edad, aunque el rostro se veía consumido por la meditación y el estudio. Se expresaba en buen latín, pero de una manera poco comprensible, porque tenía una curiosa característica: tenía todos los dientes, arriba y abajo, desde el incisivo central hacia todo el lado izquierdo de la boca, y ninguno en el lado derecho. Aunque era por la mañana, la oscuridad del cuarto lo obligaba a leer con un candil encendido, y a la llegada de las visitas puso las manos encima de un rollo que tenía delante, como para impedir que los demás le echaran ojeada alguna. Precaución inútil porque el rollo estaba escrito en caracteres hebreos. El rabino intentó excusarse porque, dijo, aquél era un libro que los cristianos justamente execraban, el Toledot Jeschu de tristísima fama, donde se contaba que Jesús era hijo de una cortesana y de un mercenario, un tal Pantera. Pero habían sido precisamente los canónigos victorinos los que le habían pedido que tradujera algunas páginas, porque querían entender hasta qué punto podía llegar la perfidia de los judíos. Dijo también que hacía este trabajo de buen grado, porque también él consideraba ese libro demasiado severo, puesto que Jesús era un hombre virtuoso, no cabía duda, aunque había tenido la debilidad de considerarse, injustamente, el Mesías. Pero quizá había sido engañado por el Príncipe de las Tinieblas, e incluso los Evangelios admiten que había ido a tentarle.
Le interrogaron sobre la forma del Templo según Ezequiel, y sonrió:
—Los comentaristas más atentos del texto sagrado no han conseguido establecer cómo era exactamente el Templo. Incluso el gran rabí Salomón ben Isaac admitió que, si se sigue el texto al pie de la letra, no se entiende dónde están las habitaciones septentrionales exteriores, dónde empiezan en occidente y cuánto se extienden hacia el este, etcétera, etcétera. Vosotros los cristianos no entendéis que el texto sagrado nace de una Voz. El Señor, haqadosh barúch hú, que el Santo sea por siempre bendito, cuando les habla a sus profetas les hace oír unos sonidos, no les muestra unas figuras, como os pasa a vosotros con vuestras páginas miniadas. La voz suscita, sin duda, imágenes en el corazón del profeta, pero estas imágenes no son inmóviles, se funden, cambian de forma según la melodía de esa voz, y si queréis reducir a imágenes las palabras det Señor, que sea por siempre el Santo bendito, vosotros congeláis esa voz, como si fuera agua fresca que se vuelve hielo. Entonces ya no quita la sed, sino que adormece las extremidades en la frialdad de la muerte. El canónigo Ricardo, para entender el sentido espiritual de cada parte del Templo, lo querría construir como haría un maestro albañil, y no lo conseguirá nunca. La visión se parece a los sueños, donde las cosas se transforman unas en otras, no se parece a las imágenes de vuestras iglesias, donde las cosas permanecen siempre iguales a sí mismas. [...]
—Tú calla, que eres falso como el ánimo de Judas. A ti te va bien que vuestro Ezequiel viera un templo que no se sabe cómo era; si viene un albañil cristiano a decirte que no podía estar en pie, le respondes que Ezequiel oía voces y no prestaba atención a las figuras [...]
EL TEMPLO EN LA PINTURA (siguiente página)