La fructífera relación hispano-flamenca en las artes entre los siglos XV y XVI surge en la Edad Media con la llegada de artesanos y pintores al norte de España, movidos por el gran número de encargos artísticos que demandaba el Camino de Santiago. Las artes se convierten en uno de los principales productos sociales, y en un signo de preeminencia personal o familiar, o incluso de propaganda política. Concretamente, las tablas flamencas se pusieron de moda durante el reinado del padre de Isabel la Católica, Juan II. Hacia 1440, éste regaló el famoso "Tríptico de Miraflores", original de Van der Weyden, a la Cartuja de Miraflores. La reina Isabel la Católica aumentó considerablemente la colección de tablas flamencas de su padre, como puede comprobarse hoy día en la Capilla Real de Granada, con obras de Melchor Alemán, Juan de Flandes y Michel Sittow.
Bajo el reinado de Carlos V de Gante, este culto a lo flamenco se incrementa notablemente, sobre todo a partir de los envíos de los cortesanos españoles que residían en Bruselas y Malinas. Guiado por su tía Margarita, Carlos trajo a España obras maestras como la "Adoración de los Magos" de Memling o la "Vida de San Juan Bautista", de Roger dela Pasture. La misma pasión por lo flamenco se encontraba en otras personas de la corte, como la Emperatriz Isabel, María de Hungría y Francisco de Cobos.
Ya en tiempos de Felipe II, llegaron a España numerosos jardineros y oficiales, como Rodrigo de Holanda, que en 1577 realizó un jardín fingido de árboles pintados en La Fresneda. El gusto del rey por los pintores flamencos no se limitó a el Bosco y a Antonio Moro, sino que debe señalarse también a Van der Weiden, cuyo Descendimiento se colocó nada menos que en el altar de la sacristía del monasterio de El Escorial, a Van Eyck, Brueghel, Patinir, Lucas de Heere, Quentin Metsys, Vicente de Malinas y Michel de Coxcie, cuyo David y Goliat llegó al monasterio procedente de la colección de María de Hungría. Los escultores León y Pompeyo Leoni también pertenecían a este círculo, reclutado en su mayoría por el cardenal Granvela. Éstas influencias flamencas culminarían en la sustitución de las cúpulas de las torres de El Escorial por los afilados chapiteles de influencia flamenca, que Felipe ya había experimentado en El Pardo y El Bosque.
Es muy conocido el viaje que Gaspar de la Vega realizó el 16 de mayo de 1556 para informar a Felipe II sobre los edificios que visitaba en su ruta hacia España, especialmente el Louvre, Saint-Germain sur Laye y Fontainebleau. En él comentaba que prefería los flamencos, especialmente el de Bosn (Binche, "un pedazo de edificio"), encargado por María de Hungría a Jacques Dubroeucq: "Yo estuve en la casa de Bosn en Flandes medio dia, y yo prometo a v. Magd. ques un pedaço de edefiçio el mejor labrado y tratado que yo aca ni alla hasta agora e visto [...] En Paris [...] vi la casa que llman de Lovre, que es del Rey. Es una casa del tiempo viejo [...] fuy a San German que es una aldea donde ay una casa ques un grande edefiçio; no vi cosa en el que poder dezir, por que la trça ni hormnato no me contento. Solamente los terrados y tejados de toda la casa me contentaron mucho, que son todos de piedra blanca y estan sobre bovedas de ladrillo, que harto buena cosa [...] y fuy a Fonte nobleo y no me pareçio tan gran cosa [...] Vistas estas casas, que son las mejores de todo lo que hay en Françia, y en todo el camino no vi cosa que poder dezir a v. Magd, porque quien viene de Flandes no me pareçe que ay que deçir de los pueblos".
El rey mandaría desde Bruselas el 15 de febrero de 1559 una Célula Real a Vega señalando su gusto por los tejados de pizarra de Flandes y el envío con el criado del rey de oficiales locales. La orden se repetiría el siguiente 11 de mayo: "El Rey. Por la carta que os mande, a xv de hiebrº passado aureys visto como he acordado que los tejados de las casas del bosque de segouia y de açeca se hagan de piçarra, a la manera de los destos estados, agora van los officiales". Es el origen de los chapiteles de pizarra escurialenses.
Otro gran punto de contacto entre Flandes y Castilla fue el mundo de la imprenta. Empezó en 1534 el librero Juan Steelsius, al que siguieron Martín Nucio en 1543 y, sobre todo culminó con Felipe II con Cristóbal Plantino. Éste trabajó en Amberes a partir de 1555, pero su cima la alcanzó en 1570 cuando Felipe II, tras editar la Biblia Políglota Regia supervisada por Arias Montano, le nombró prototipógrafo de Flandes. El final de esta aventura tuvo lugar en el saqueo de Amberes de noviembre de 1576, lo que acrecentó la idea de que la Reforma estaba por las letras y la impresión como modo de propaganda y de expansión de sus ideas, mientras que la Contrarreforma se apoyaba más en las imágenes para defender las suyas, a la vez que la fuerte censura ejercida por la Inquisición contradecía el innegable amor por los libros de Felipe II.
Felipe descubrió las tierras de su padre en su adolescencia, años en los que todo joven es una esponja deseosa de asimilar maravillas y conocimientos. Aquellos suntuosos palacios y bellos jardines debieron despertarle el deseo de emularlos, porque incluso antes de volver a España ya empezó a ordenar que se hiciesen las obras de los palacios -cuyas reformas dirigía personalmente- al estilo de esas tierras. Felipe, a diferencia de su padre, le apasionaba todo lo que estuviera relacionado con la construcción y la arquitectura. Era el hijo sedentario de un emperador nómada.
- Fernando Chueca Goitia: "La influencia de los Países Bajos en la arquitectura española", en El Escorial, la arquitectura del monasterio, pp. 29-43, COAM, Madrid, 1986.
- Francisco Fernández Pardo (coord.), Las tablas flamencas en la Ruta Jacobea, San Sebastián, 1999.
- Cristobal Plantino. Un siglo de intercambios culturales entre Amberes y Madrid, Fundación Carlos de Amberes, Nerea, 1995.
(Apéndice: heráldica de Felipe II) |