Las leyendas de Salomón tienen la misma épica y gloria que la misma realidad histórica. El mítico rey no sólo era sabio, prudente en el gobierno y un gran constructor, sino que además era inmensamente rico y uno de los mayores magos que han existido jamás. Así, otras historias y leyendas iban a surgir en torno a Salomón. Aquí nos detendremos en algunas menos famosas y otras especialmente curiosas, como la de la muerte de Tyrone Power en El Escorial, mientras representaba al rey Salomón, y la sutil intervención de Felipe II en la novela "Las minas del rey Salomón".
El archipiélago de las Islas Salomón se encuentra en la Melanesia, en Oceanía, al noreste de Australia. Al sur del archipiélago Bismarck, se extienden diagonalmente entre la latitud 5º y 11º Sur y la longitud 154º40' y 162º30' Este. Desde Buka y Bougainville, las islas septentrionales, se extienden hacia el Sur dos cadenas paralelas de islas -las occidentales son Vella Lavella, Kolombangora, New Georgia y Guadalcanal; las orientales, Choiseul, Santa Isabel y Malaita- que se cierran en la isla de San Cristóbal.
El porqué se llamaron así es un asunto curioso. La Biblia relata como Salomón, tras la construcción del templo, hizo una gran flota que envió a la Isla de Ofir de donde le trajeron 420 talentos de oro para financiar la decoración del edificio (I Re 9:28). La leyenda de la época decía que al ser tan grande esa cantidad, Salomón debió mandar al último confín del mundo a buscarla, es decir, al meridiano de 180º. Luego el que encontrara ese meridiano encontraría la isla y sus riquezas. Como Salomón había ordenado cortar el niño en dos, también partía la tierra en dos. Una extraña propiedad que tendría esa isla, explotada por Umberto Eco para hacer una famosa novela, es que cuando en la isla de Hierro dan las 12:01 del mediodía del jueves, por ejemplo, en la parte derecha de las islas Salomón serían las 00:01 del jueves mientras en la parte izquierda serían las 24:01 ya del viernes. Es fácil entonces ganar o perder un día cruzando ese meridiano. Se trata de una paradoja geográfica totalmente real, explotada literariamente por Julio Verne o Lewis Carroll, que se solucionó con el llamado meridiano de cambio de día, el que separa Alaska de Asia.
Las islas fueron descubiertas por el navegante español Álvaro de Mendaña para su rey Felipe II. Mendaña llegó a la isla de Santa Isabel de la Estrella en 1567, tan sólo cuatro años después de comenzar la cimentación de El Escorial. Se suele pensar que los grandes marineros del siglo XVI tenían mucha seguridad en sus conocimientos de orientación en el mar, pero no es así. Mientras que la latitud de un punto en el mar es muy fácil de medir, en función de la altura que tiene el sol sobre el horizonte a mediodía, el método de medición de la longitud en alta mar es un descubrimiento relativamente reciente. Hasta el siglo XVIII los métodos empleados tenían grandes errores, y se basaban en cálculos aproximados de la velocidad del barco. Ante la importancia del asunto, Felipe III de España ofreció una generosa pensión en 1598 al descubridor de un método fiable. A este premio optó el mismo Galileo con un método basado en la visión a través de un telescopio de los eclipses de Júpiter y de su comprobación en unas extensas tablas, método que perfeccionó hasta su muerte en 1642. Christopher Wren levantó en 1675 un observatorio en Greenwich Park, junto a Londres, desde el que se seguiría la evolución del problema. La solución final no fue de un astrónomo, sino de un gran relojero, John Harrison que en 1759 fabricó un reloj de bolsillo sin piezas basculantes que daba la hora sin error, por malas que fueran las condiciones del barco. Comparando su hora con la de un reloj de Sol era fácil saber la longitud en la que se encontraba el barco.
- Dava Sobel, Longitud, Editorial Debate, 1995.
- Lewis Carroll, "Buñuelos de Chelsea", en Matemáticas dementes, pp. 112-119, Tusquets, Fábula 118, Barcelona, 1999; en la p. 136 Carroll se declara incapaz de resolver la paradoja. - Umberto Eco, La isla del día de antes, Lumen, Barcelona, 1995. Interesante vuelta de tuerca al problema de Carrol, con implicaciones salomónicas.
Salomón llegó a ser uno de los monarcas más ricos, poderosos y sabios de su época. Esta fama rebasó los confines de su reino y atrajo a su corte a la reina de Saba. Este mítico reino debió ubicarse en la antigua Etiopía, aunque algunos dicen que pudo ser Arabia o Yemen. A pesar de las casi mil mujeres "legales" y concubinas que tenía Salomón, la reina de Saba se enamoró de él. Tras vivir juntos un apasionado idilio engendró un niño llamado Menelik. Cuando la reina de Saba descubrió que iba a tener un hijo de Salomón huyó de Israel. Años después, su hijo regresó a Jerusalén en busca de su padre, quien inmediatamente le reconoció y le colmó de honores, educándolo según la tradición y la fe judía. Tras un año de estancia, los ancianos de Israel protestaron por el favoritismo que le tenía Salomón, obligándole a que regresara a Saba. Menelik, en venganza, robó el Arca y la ocultó en Etiopía, dejando una copia en su lugar.
De acuerdo con esta leyenda, unos monjes etíopes dicen guardarla en un monasterio falasha. El único que puede verla es un monje custodio que nunca sale de aquel lugar hasta su muerte, momento en el que otro monje le sucede. En 1270 ascendió al trono de Etiopía el rey Yekuno Amlak, quien pretendía descender del rey Salomón y Menelik. Desde entonces los falashas desempeñaron un importante papel en la política del país, hasta que las guerras los diezmaron. Tras las hambrunas de 1985 casi todos los supervivientes fueron llevados a Israel. Como recuerdo de todo ello, la bandera nacional de Etiopía incluye la estrella de cinco puntas, el antiguo Sello de Salomón.
- Jesús Callejo, "Las máquinas voladoras del rey Salomón", en Más Allá
Muchos de estos africanos fueron llevados al Caribe por los ingleses como esclavos en el siglo XVII. Por el tratado de Madrid 1670 España cedió Jamaica a Inglaterra a cambio de que los ingleses pusieran fin a la piratería contra nuestros barcos y colonias, convirtiéndose en el principal mercado de esclavos de América. Jamaica no conseguiría su independencia hasta el año 1957.
A comienzos del siglo pasado la herencia africana comenzó a tener expresión política. En 1922 un industrial y predicador jamaicano llamado Marcus Garvey fundó la Asociación Universal para el Regreso de la Raza Negra. Defendía la creación de un país negro en África donde pudieran regresar todos los afroamericanos. El pastor acostumbraba a predicar una profecía: "Mirad a África; un rey negro será coronado, porque la liberación está próxima". Éste descendería del linaje de Menelik, el hijo del rey Salomón y de la reina de Saba, y libertaría la raza negra del dominio blanco. En 1928 un golpe de Estado llevó al poder a Ras Tafari Makonnen, que dos años después sería coronado Emperador de Etiopía como descendiente del rey Salomón y "conquistador de todas las Tribus de Judá". Los seguidores de Garvey creyeron ver el cumplimiento de la profecía y fundaron una nueva religión llamada Rastafari, adoptando los colores de la bandera etíope: verde amarillo rojo). Muchos años más tarde esa religión sería difundida por todo el mundo a través de la música de Bob Marley.
El Rastafarismo es una religión de orientación política, cuya principal característica es el no aceptar los valores impuestos por la ideología dominante. Tiene cuatro temas centrales: reconocimiento de la divinidad de Jah Rasta, el espíritu "que mora en todos", la idea de repatriación, la superioridad de la raza negra, conectada históricamente con Israel a través de Salomón, y una postura rebelde frente a la opresión blanca. Uno de sus aspectos más peculiares es la creencia de que la marihuana es un medio de meditación y relajación que puede acercarles al conocimiento de Dios.
Ya señalamos en la introducción como el proyecto original del monasterio no guardaba ningún parecido con una parrilla. Sin embargo la tradición histórica desde el sglo XVII nos ha intentado convencer de que El Escorial era un monumento conmemorativo de la batalla de San Quintín, resultado de un voto del rey ante su éxito guerrero o reparadora para otros por una iglesia dedicada al martir San Lorenzo en dicha batalla. Los padres Luciano Rubio y Zarco Cuevas han demostrado ya suficientemente que Felipe no pudo hacer dicho voto, ya que estaba de camino a San Quintín desde Cambray. La Carta de Fundación de El Escorial señala que el rey lo fundó "a devoción y en nombre del bienaventurado Sanct Lorenzo por la particular devoción que, como dicho es tenemos a este glorioso sancto, y en memoria de la merced y victorias que en el día de su festividad de Dios comenzamos a recebir". Ya hemos señalado que el santo fue en realidad decapitado. Otros autores incluso ponen en duda la fecha, proponiendo la del 9 de agosto. La leyenda de la parrilla se debe a San Ambrosio y al poeta Prudencio, en el siglo IV, que deformaron de forma atractiva los hechos. Reconozcamos al menos el enorme valor plástico de esta leyenda, por otra parte en absoluto discutida en esa época, y sus consecuencias estéticas en la Historia del Arte: Fra Angelico, Tibaldi, Cincinatto, Tiziano, Zurbarán, Ribera o Bernini, entre otros, lo representaron siempre con su parrilla.
Tradicionalmente se cree que su calavera se encuentra en la iglesia de San Lorenzo en Florencia, pero hay autores que la sitúan en la abadía de Mönchen-Gladbach, en Alemania, o en la Biblioteca Vaticana, en Roma. Su reliquias se conservan en la basílica romana de San Lorenzo extra-muros (fuori le mura), edificada por el emperador Constatino sobre el sepulcro del martir en el año 330. También se afirma que su sangre y la grasa fundida de su cuerpo se conservan en la iglesia de San Lorenzo en Lucina. Felipe II, conocido por su sincera devoción a las reliquias, se interesó por recolectar el máximo número posible de reliquias del mártir español, del que acumuló más de cuarenta. La principal es un trozo de húmero (osso intero de una spalla) enviado por el Cardenal de Santa Prisca, Alfonso Gesualdo, a través de su embajador en Roma, Juan de Zúñiga, y por concesión especial de Gregorio XIII (27 de julio de 1576). También se conserva un hueso de San Lorenzo "de cuatro dedos de alto" metido en una pirámide redonda de cristal rematada en plata con una cruz. El Padre Santos (1657, pp. 38-39) lo llama "la mitad del hueso del anca" [sic, se trata del otro húmero], y cuenta una historia milagrosa del mismo. Al intentar serrarlo Gregorio XIII para enviar parte al Monasterio no consiguieron hacerle ni mella en tres ocasiones. A continuación, sin que nadie lo tocara se partió por la mitad por su parte más fuerte, por lo que los mismistros exclamaron "este Santo a España se quiere volver".
Y es que, exceptuando San Lorenzo extra-muros ninguna otra iglesia estuvo tan vinculada al oscense. Así lo entendieron los Papas de entonces que autorizaron complacidos a Felipe II la adquisición de reliquias del santo. Precisamente por esta obsesión hacia las reliquias, algunos autores creen que el intento de Felipe por conseguir la calavera de San Lorenzo conservada en Mönchen-Gladbach podría demostrar que el rey conocía la verdadera historia del santo.
- Fray Julián Zarco Cuevas, Documentos para la Historia del Monaterio de San Lorenzo el Real de El Escorial, t. II, p. 72-73, Madrid, 1917.
- Juan-Manuel del Estal, "San Lorenzo y el Real Monasterio de El Escorial", en Ciudad de Dios, pp. 470-484, vol. CLXXI, núm. 1, El Escorial, ene-mar. 1958.
En cualquier enciclopedia de cine podemos encontrar la referencia a la muerte de Tyrone Power, que sufrió un infarto en Madrid durante el rodaje de "Salomón y la reina de Saba". En realidad esto no es del todo exacto. O al menos no fue en la Villa de Madrid.
Power fue uno de los productores de dicha película con Copa Productions, reservándose para él mismo el papel principal del rey Salomón. Para ello buscó casa en Madrid con su tercera mujer, Debbie Ann Minardos, con la que estaba casado desde el 7 de mayo de 1958 y que entonces estaba embarazada. Buscando escenarios en los alrededores de Madrid donde rodar las escenas de peleas eligieron los patios del Monasterio de El Escorial. El 15 de noviembre de 1958, con 44 años de edad, Tyrone sufrió un repentino ataque cardiaco durante una de esas pruebas con George Sanders en uno de los patios del Monasterio, cayendo fulminado de inmediato. Murió de camino al hospital, sin que pudiera hacerse nada por salvarle.
El actor fue sustituido por otro sex-symbol de la época, un Yul Brynner con pelo y barba por exigencias de la sustitución. Como ya habían rodado media película, King Vidor dejó a Tyrone Power en las escenas en que aparecía de espaldas. Durante la proyección el público se afanaba en descubrir los planos en los que aparecía Power.
Como una importante aportación del cine a la historia del templo de Salomón, Hollywood nos proporcionó una visión al más puro estilo épico tan de moda en las películas bíblicas de la época. En la película, el templo tiene una torre enorme, que no responde a imágenes conocidas, basada tal vez en el Holiday Inn de Tucson, Arizona. Una vez construido el templo, Salomón avanza por un gran patio, de gran sabor egipcio, mientras una voz en off dice: "Con la construcción del templo, Salomón había cumplido con el más sagrado voto de su padre". 1959, King Vidor: «Salomón y la reina de Saba» (Solomon and Sheba) Intérpretes: Yul Brynner, Gina Lollobrigida, John Crawford, George Sanders Productor: Ted Richmond (United Artists), EEUU, 1959, 142 min. Argumento: Yul Brynner da vida a Salomón, un rey justo y fuerte que se sentirá atraído por la sensual, atractiva y seductora Reina de Saba (Gina Lollobrigida). La frontera entre Egipto e Israel era la raya que enfrentaba a dos discordias: David y el Faraón. A ochocientas leguas de esta discordia estaba el reino de Saba, la indómita mujer aliada a los egipcios y a quien Adonijah, hijo de David y jefe del ejercito israelita, quiso atraerse a su causa. Tras cuarenta años de reinado, David deja el trono a su otro hijo Salomón, hermano de Adonijah, y aunque éste se siente postergado, aceptará por poco tiempo la sumisión. Cuando el rey David fallece, Salomón jura que construirá el templo más grande del mundo. La reina de Saba será la que juegue ahora su definitiva carta: de acuerdo con Egipto se propone poner a sus pies a Salomón. La astuta reina de Saba trama el enfrentamiento de Salomón con su hermano para llevar a la ruina a la ciudad de Israel. Dios destruye el templo, arrepintiéndose entonces Salomón de sus pecados. La película es espectacular, sorprendente y exótica y supone una declaración sobre la humildad, la libertad y la justicia. Basada en la novela de Wilbur Crane "Solomon and Sheba", al menos hay una versión anterior de la historia, titulada "La Regina de Saba", de Piero Francisci (1952). |
Uno de los jóvenes extras de aquella producción, el entonces estudiante peruano Leopoldo de Trazegnies, dejó constancia de los detalles de ese momento clave del rodaje en el que Power cayó abatido en los patios escurialenses.
Leopoldo de Trazegnies Granda (Lima, Perú) El año que murió Tyrone Power iniciaba yo mis estudios de Derecho en la universidad María Cristina de El Escorial. Desde la ventana de mi habitación dominaba la lonja del monasterio donde una mañana las caravanas de los actores, que rodarían la famosa película, irrumpieron en el crudo invierno. Teóricamente, en una de ellas, venía Gina Lollobrigida caracterizada de reina de Saba. Algunos compañeros y yo dimos vueltas alrededor de esos trailer enormes, jalados por grandes automóviles, como de gitanos ricos, con la esperanza de reconocer a la famosa actriz, sólo superada en belleza por las dos Silvanas (indiscutibles). Yo "aguaitaba" (del inglés "awaiting") por cada rendija hasta que creí detectar una fragancia que bien podía provenir de la cuidada piel de la italiana, pero los policías municipales hicieron que se apartara el público ya numeroso alrededor de los modernos carromatos y no me dio tiempo a verificar mi oloroso descubrimiento. Medio pueblo, los estudiantes más cojudos de la universidad y algún que otro fraile aguantamos toda la mañana con los pies helados por ver cómo metían por las galerías monacales los reflectores, bobinas y cámaras para rodar la película. Esperamos expectantes como si tuviera que ocurrir algo asombroso entre toda esa gente que se bajaba de los coches hablando en un inglés que la Chelito (la guía más joven del monasterio y causante de nuestras románticas calenturas invernales) se negaba sádicamente a traducirnos. Inesperadamente, a algunos nos propusieron participar como extras en el rodaje a cambio de cien pesetas diarias. Así fue como me disfrazaron de cojudo histórico en sandalias, espadón y taparrabos y aguardé en postura egipcia la orden de entrar gritando, con otros cientos de cojudos como yo, a un patio donde supuestamente "Salomón Power" se batía a brazo partido por la reina de Saba. Nuestra sorpresa fue grande cuando recibimos la orden contraria: de que nos calláramos y dejáramos de jugar con las espadas, porque el hijo de David cinematográfico se había desmayado [...] Desde mi privilegiado puesto de guardia del templo Salomónico pude escuchar que Tyrone Power había al fin sucumbido con la espada en la mano en uno de los patios interiores del monasterio, pero sucumbido de verdad, se estaba muriendo, víctima de un infarto. Los guerreros decepcionados se quitaban las corazas sin disimulo, las ninfas cubrían sus túnicas de seda con abrigos comprados en Galerías Preciados y los sacerdotes del templo sacaban los paquetes de "Chesterfield" para fumar sin recato. Abandoné mi puesto de guardia extra, devolví la espada y las sandalias, recuperé mis pantalones y comprobé que la caravana de Gina Lollobrigida había iniciado el camino de regreso hacia Madrid. A su paso cayó una intensa nevada, dejándonos a los extras en un pétreo y asexuado invierno. La película "Salomón y la reina de Saba" se rodaría en otra parte, sustituyendo al actor muerto por Yul Brynner; pero cuando la vi proyectada en un cine de barrio de Madrid, constaté que no tenía nada que ver con lo que sentí el día que pasamos tanto frío la reina de Saba y yo en el templo de Salomón. El año que nos abandonó Tyrone Power, recibimos a cambio, la aclamada visita de Einsenhower y triunfó la revolución castrista en Cuba.
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Allan Quatermain, el cazador que tan personalmente recreó Sean Connery para la pantalla en "La Liga de los Hombres Extraordinarios", fue creado por el escritor inglés Henry Rider Haggard (1856-1925) en "Las minas del rey Salomón" (1885). Haggard ideó un viaje de tres ingleses, siguiendo una antigua carta dirigida a Felipe II, hasta la remota región africana donde Salomón habría encontrado la fuente de su riqueza que le permitió construir el Templo de Jerusalén.
En el libro se aprecian todos los ingredientes de la novela ideal de aventuras: un viaje o una expedición, una búsqueda de algo desconocido hasta el momento por ellos con múltiples peligros por el camino que amenazan su vida, y por fin, una lucha con la muerte a la que logran vencer. Al final hay un mundo cerrado y maravilloso rodeado y defendido por una cadena de montañas y desiertos casi incapaces de pasar, salvo para los elegidos. Son las minas del rey Salomón, en la tierra de los kukuana, a las que se llega tras pasar un terrible desierto y cuya entrada son dos grandes montañas con forma de pecho de mujer, «los senos de Saba». A partir de ahí, el Camino Real de Salomón les permitiría llegar sin dificultad a una tribu heredera sin duda de una civilización más antigua. En Las minas del rey Salomón, Quartemain y sus amigos ayudan al heredero del reino indígena a recuperar su trono, en una mortífera batalla. Se trata de una obra maestra del género, ya que equilibra inteligentemente el humor y el drama, el misterio de lo desconocido y la experiencia física del peligro, el riesgo de las fieras salvajes y las enseñanzas de una selva grandiosa.
Quatermain encontró las legendarias minas siguiendo las indicaciones de un trozo de tela garabateado con un hueso mojado en sangre. El mensaje habría sido escrito en 1590 por el explorador portugués José da Silvestra, que trató de comunicarse de esa forma con su rey Filipe. Recordemos que desde 1580 Felipe II reinaba también en Portugal gracias a su herencia materna y a las fuerzas del Duque de Alba. El relato transcribe integramente la carta del portugués en la que alentaba a Felipe II a mandar un ejército y muchos frailes, para convertirse en el rey más rico desde Salomón:
Henry Rider Haggard (1885) «Yo, José da Silvestra, que me estoy muriendo de hambre en una pequeña cueva donde no hay nieve, al lado norte del pico más al sur de las dos montañas que he llamado «los Senos de Saba", escribo esto en el año 1590, y lo escribo con una astilla de hueso, sobre un pedazo de mi ropa y con mi propia sangre por tinta; si mi esclavo da con esto cuando regrese y lo lleva a Delagoa, que mi amigo (nombre ilegible) lo haga del conocimiento del rey, para que pueda mandar un ejército que, si logra sobrevivir la travesía del desierto y las montañas y puede vencer a los bravos kukuanas y sus artes diabólicas, para lo que deberían traerse muchos frailes, lo harán el rey más rico desde Salomón. Con mis propios ojos he visto los innumerables diamantes guardados en la cámara del tesoro de Salomón, detrás de la Muerte blanca, pero por la traición de Gagool, la hechicera, no pude llevarme nada, y apenas salvé la vida. El que venga que siga el mapa y trepe por la nieve del pecho izquierdo de Saba hasta llegar al pezón, a cuyo lado norte se encuentra el gran camino que construyó Salomón, a tres días de jornada del Palacio del Rey. Que mate a Gagool. Rezad por mi alma. Adiós.
«Eu José da Silvestra que estou morrendo de fame na pequenha cova donde nao ha neve ao lado norte do bico mais ao sul das duas montanhas que chamei seio de Sheba; escrevo isto no anno 1590; escrevo isto com um pedaco d' ôsso n' um farrapo de minha roupa e com sangue meu por tinta; se o meu escravo der com isto quando venha ao levar para Lourenzo Marquez, que o meu amigo [---] leve a cousa ao conhecimento d' El Rei, para que possa mandar um exercito que, se desfiler pelo deserto e pelas montanhas e mesmo sobrepujar os bravos Kukuanes e suas artes diabolicas, pelo que se deviam trazer muitos padres Fara o Rei mais rico depois de Salomao. Com meus proprios olhos ve os di amantes sem conto guardados nas camaras do thesouro de Salomao a traz da morte branca, mas pela traicao de Gagoal a feiticeira achadora, nada poderia levar, e apenas a minha vida. Quem vier siga o mappa e trepe pela neve de Sheba peito a esquerda ate chegar ao bico, do lado norte do qual esta a grande estrada do Salomao por elle feita, donde ha tres dias de journada ate ao Palacio do Rei. Mate Gagoal. Reze por minha alma. Adeus.» (Nota del original en portugués) «I, Jose da Silvestra, who am now dying of hunger in the little cave where no snow is on the north side of the nipple of the southernmost of the two mountains I have named Sheba's Breasts, write this in the year 1590 with a cleft bone upon a remnant of my raiment, my blood being the ink. If my slave should find it when he comes, and should bring it to Delagoa, let my friend [name illegible] bring the matter to the knowledge of the king, that he may send an army which, if they live through the desert and the mountains, and can overcome the brave Kukuanes and their devilish arts, to which end many priests should be brought, will make him the richest king since Solomon. With my own eyes have I seen the countless diamonds stored in Solomon's treasure chamber behind the white Death; but through the treachery of Gagool the witchfinder I might bring nought away, scarcely my life. Let him who comes follow the map, and climb the snow of Sheba's left breast till he comes to the nipple, on the north side of which is the great road Solomon made, from whence three days' journey to the King's Place. Let him kill Gagool. Pray for my soul. Farewell.»
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El cine se interesó pronto por la novela de Haggard, y la primera película, muda, se rodó en 1920. Diecisiete años después se estrenó una segunda versión, que protagonizó el actor Cedrik Hardwood con no mucha fortuna. Fueron dos películas mediocres que no alcanzaron ningún éxito de taquilla. A lo largo de los años, el libro de Haggard se llevó al cine en otras cinco ocasiones.
1950, Andrew Marton y Compton Bennett: «Las minas del rey Salomón» (King Solomon’s Mines) Intérpretes: Stewart Granger, Deborah Kerr, Richard Carlson, Hugo Haas Productor: Sam Zimbalist (Metro Goldwin Mayer), EEUU, 1950, 97 min. Argumento: El avezado explorador Allan Quatermain (Stewart Granger) es contratado por Elizabeth Curtis (Deborah Kerr), junto con su hermano John (Hugo Haas), para que encuentre a su esposo Harry (Richard Carlson), desaparecido en África cuando estaba intentando encontrar las legendarias minas del rey Salomón. Los británicos Stewart Granger (siempre muy bronceado) y Deborah Kerr (siempre muy pálida) se convertirían en superestrellas hollywoodienses gracias al triunfo comercial de esta película. La acción inherente al film no prescinde del toque romántico en un guión escrito por la prestigiosa Helen Deutsch, que describe con vigor y sentido de la energía aventurera la expedición organizada por el ex cazador Allan Quatermain. Dirigido al alimón por Andrew Marton (quien se ocupaba de las escenas de acción) y Compton Bennett, el film tiene un palpitante ritmo, unos paisajes sensacionales y unas convincentes interpretaciones. A veces parece un documental sobre la fauna africana -con una excesiva reiteración de motivos-, otras un recorrido etnográfico costumbrista, en especial con muestras de rituales de danza y otras un estudio filosófico sobre la ubicación del hombre como ente en el contexto natural, relativizando su importancia en el planeta en un entorno no habitual a sus habilidades. En su momento fue una de las más audaces aventuras de Hollywood: rodar en África en escenarios reales. La película necesitó de la organización de un verdadero e imponente safari, con 5.000 extras de la tribu masai. Una de las secuencias de la película ha quedado entre las más impresionantes jamás realizadas en el cine: la estampida de los animales salvajes. El típico choque de culturas y ambientes foráneos no entorpecen el buen hacer de este clásico del cine que obtuvo los Oscars a la mejor fotografía (Surtees) y al mejor montaje (Ralph Winters y Conrad Nervig). 1985, J. Lee Thompson: «Las minas del rey Salomón» (King Solomon’s Mines) Intérpretes: Richard Chamberlain, Sharon Stone, Herbert Lom, John Rhys-Davies Productor: Yoram Globus y Menahem Golan (Metro Goldwin Mayer), EEUU, 1985, 97 min. Infecto remake del clásico anterior inspirado por el éxito de la saga de Indiana Jones, en el que ni siquiera la jugosa presencia de Sharon Stone hace evocar a Deborah Kerr. |
(5. La génesis escurialense) |