LA VERDADERA IDEA DE LOS ENTERRAMIENTOS REALES EN EL ESCORIAL



5. Los proyectos de enterramientos imperiales en la ciudad de Granada

En este punto del discurso, puede ser interesante situar los enterramientos de Felipe II en el contexto de programas semejantes. En la Edad Media podemos encontrar algunos ejemplos de criptas bajo el altar en las sucesivas dinastías peninsulares; la tendencia a la centralidad de sus trazas estaba inspirada en los primitivos «martyrium» del primer cristianismo(45). Desde la época carolingia(46) hasta el cambio de milenio, la tradición de los enterramientos en criptas alcanzará su apogeo, para decaer en el románico, donde sólo se usan como soluciones arquitectónicas para salvar fuertes desniveles.

Podemos distinguir dos tipos de soluciones: criptas -más o menos grandes- que albergan los restos de algún mártir o personaje relacionado con la fundación, o pequeños espacios abovedados bajo el monumento funerario. Como hemos visto, los enterramientos de El Escorial son una solución intermedia entre ambas tipologías.

Entre las primeras, podemos contar la cripta de Alfonso I el Batallador en la iglesia del monasterio de Montearagón, de la primera mitad del siglo XII, la cripta de San Lorenzo de Carboeiro (Pontevedra) de finales del XII, con tres capillas y un deambulatorio, y la cripta de la capilla de la Epifanía del Señor en la catedral de Lérida, a la que se accede desde la calle.

Al segundo tipo, el de los monumentos funerarios, pertenecen los enterramientos de Juan II y su esposa en la iglesia de Miraflores -unas arquetas situadas en un ámbito abovedado bajo el mausoleo- y la capilla de los Condestables en la catedral de Burgos. Los reyes españoles generalmente pedían ser enterrados cerca de la capilla mayor, pero elegían lugares como el crucero, los brazos del transepto, las capillas, las naves laterales o una capilla funeraria totalmente independiente(47). Una variación de esta tipología fue la de Enrique III y Catalina de Lancaster, que como señala Jesús Miguel González estaban enterrados cada uno de ellos sobre un altar en la primitiva Capilla de los Reyes Nuevos en Toledo. Fuera del presbiterio y entre pilar y pilar había dos altares-sepulcros: el del Evangelio, dedicado al Apóstol Santiago, servía de enterramiento a la reina Doña Catalina. El de la Epístola, dedicado a la Imposición de la casulla a San Ildefonso, servía de sepulcro al rey Don Enrique. Dado que los yacentes que se conservan en la actual capilla de los Reyes Nuevos proceden de esta previa de la que hablamos, es de suponer que aquí estaban dispuestos detrás y por encima del altar, nunca debajo de éste (al no tratarse de reliquias santas, era impensable).

Capilla de los Condestables en la catedral de Burgos   Plano de las disposiciones de la tumba de Enrique III   Capilla de los Reyes Nuevos en Toledo
Capilla de los Condestables y plano de la primitiva Capilla Real de Enrique III, en la catedral de Burgos. Estado original de la primitiva Capilla de los Reyes Nuevos en Toledo (dibujo de Jesús Miguel González). A la derecha, el sepulcro de Catalina de Lancáster.

Los reyes de Aragón eligieron los cruceros situados justo delante de la capilla mayor de los monasterios de Poblet y Santa Creus. En Las Huelgas de Burgos las tumbas reales están en la nave. Sin embargo, a finales del siglo XIV, el Obispo de Milán San Carlos Borromeo mantenía que "bajo ningún concepto deben construirse [los sepulcros] dentro de [...] la capilla mayor", a la vez que condenaba por paganas la formas centralizadas(48).

Dados estos antecedentes, y enmarcados en el mismo problema de los enterramientos imperiales en El Escorial, deberemos fijarnos en la Capilla Real de la Catedral de Granada, realizada sobre trazas de Enrique Egas de 1506(49). Sobre un sencillo cuadrado abovedado de 12 pies de lado situado bajo el crucero gótico, delante del altar, y al que se accede por una angosta escalera de apenas 18 escalones, se sitúan los elegantes túmulos renacentistas de mármol de Carrara, de 6 pies de altura, realizados por Doménico Fancelli y Bartolomé Ordóñez entre 1517 y 1520.

Capilla Real de la Catedral de Granada Capilla Real de la Catedral de Granada; entre los mausoleos se distingue una rejilla de ventilación de la cripta abovedada a la que se accede por dos escaleras desde los laterales Cripta
Mausoleo de los Reyes Católicos (Domenico Fancelli) Mausoleo de Juana la Loca y Felipe el Hermoso (Bartolomé Ordóñez)
Capilla Real de la Catedral de Granada; detalle de los ataudes en la cripta
Mausoleos de los Reyes Católicos y de Juana la Loca y Felipe el Hermoso

Los cuerpos de los Reyes Católicos y su yerno Felipe el Hermoso habían estado depositados hasta 1525 en el convento de San Francisco de la Alhambra. La colocación de las figuras de Isabel, Fernando, Felipe y Juana (muerta en 1555) se sitúan en perfecta correspondencia con los austeros ataúdes de plomo que se situaron en la cripta que se situó justo debajo(50), y que Felipe II hizo reconstruir en 1568 ante el mal estado de conservación de los cuerpos reales(51). También destaca la presencia de un pequeño ataúd con la princesa doña María(52), ya que la idea hasta el siglo XVII siempre había sido reunir -en la medida de lo posible- los miembros de la familia que no tuvieran otro entierro por razón de sus bodas.

En esta cadena de aproximaciones a la idea final del Mausoleo Imperial de los Austrias, el siguiente eslabón de la cadena debe señalarse en la decisión de Carlos V en 1526 de emplear el suntuoso cimborrio de alrededor del altar mayor de la Catedral de Granada como espacio para su enterramiento y el de sus descendientes, diferenciándose así del espacio gótico donde descansaban sus padres y abuelos. Por aquellos años, el Emperador todavía confiaba en que su hijo Felipe heredaría su título imperial y quería señalar de forma concluyente la importancia de la nueva dinastía que él inaguraba, diferenciándola de las monarquías castellana y aragonesa. La Catedral de Granada fue trazada por Diego de Siloé en 1528 sobre el modelo de la basílica constantiniana del Santo Sepulcro de Jerusalén, construida sobre el lugar donde fue sepultado Jesucristo (según la teoría comunmente aceptada de Rosenthal). Debemos recordar que para los católicos la presencia de Cristo es real en la Eucaristía y por tanto está realmente presente en el Sagrario y la Custodia, que ocupa en Granada la posición central del Altar Mayor. El espacio circular perfecto (a imagen de los martyria paleocristianos) rodeado por un deambulatorio y unido a las naves rectas combina de forma magistral la planta central con la basilical, problema también resuelto genialmente por Herrera en El Escorial. ¡Qué mejor modelo para el enterramiento del Emperador que la mismísima Tumba de Cristo en el monte Gólgota en Jerusalén!

Catedral de Granada Planta de la Catedral de Granada Planta del Santo Sepulcro
Interior de la Catedral de Granada Sección del Santo Sepulcro Interior del Santo Sepulcro
La Catedral de Granada y el Santo Sepulcro de Jerusalén

De esta manera, se debían buscar no sólo los provechos de la cercanía del altar, sino el mayor número de misas celebradas en la Catedral y las plegarias de la gente que asistía a los oficios, aparte del simbolismo «romano imperial» que aparejaba el nuevo estilo de la Catedral. Años después, ante la llegada a Granada hacia 1565 de familiares reales, se barajó la idea del Emperador de usar el cimborrio de la catedral, utilizar las siete capillas de la cabecera de la Capilla Real o excavar la bóveda actual en el centro de la nave, frente al altar(53), optándose finalmente por esta última solución. La controversia de la localización de los sepulcros reales en la Capilla Real no se resolvió definitivamente a favor de su crucero hasta 1602(54). La Emperatriz Isabel reposó durante muchos años en Granada y hasta el mismo César pensó enterrarse en esta ciudad, para cambiar de idea sólo en su último testamento. Parece que el primer deseo del Emperador fue ser enterrado en Innsbruck, probablemente en recuerdo de su abuelo Maximiliano. Luego quiso enterrarse en Dijón, en el corazón de su amada Borgoña. Tras descartar Granada y Yuste finalmente dejó la decisión en manos de su hijo, al que instó a construir un edificio ex-novo para su enterramiento(55).

Tal vez se planteara también el uso de la «bóveda baja» de la capilla octogonal del Palacio de Carlos V de Granada(56), comenzada en 1527, y que debe considerarse como un antecedente formal directo del Panteón de Reyes. El segundo proyecto de la capilla, medía treinta y nueve pies castellanos, uno más que el octógono escurialense. Debemos también considerar la fuerte influencia que ejerció en ambos octógonos el Mausoleo de Diocleciano en Spalato y la Domus Augustea en el Palatino de Roma. El programa de la capilla superior era muy similar al de las dos capillas de El Escorial, y al de otras iglesias reales españolas, con ventanas a unas tribunas a las que el Emperador y la Emperatriz podían acceder desde sus aposentos privados. Ya en los documentos de 1538 se aludía a la cimentación de la extraordinariamente abovedada cámara como las «zanjas de la capilla», empleándose posteriormente el término capilla para ambos niveles(57).

Ninguna de estas ideas se llevó finalmente a cabo y, finalmente, Carlos V fue enterrado de forma provisional bajo el altar mayor de la iglesia del monasterio de San Jerónimo en Yuste. En el testamento de Carlos V de 1554, el Emperador señalaba que su primera idea fue ser sepultado en la Capilla Real de Granada, o en la ciudad más grande y cercana de su patrimonio, caso de morir fuera de España.

Más adelante señalaba su nueva idea consistente en ser enterrado provisionalmete en el mismo Yuste y remitir la solución definitiva a su hijo Felipe II. Siempre se ha destacado la importancia que dió el César en este codicilo a ser enterrado justo debajo del altar: "que la mitad de mi cuerpo hasta los pechos, esté debajo del dicho altar; y la otra mitad de los pechos a la cabeza, esté fuera dél"(58).

Yuste

Esta decisión no fue conocida por Felipe II sino hasta cuatro días antes de la muerte de su padre: a través de su fiel mayordomo el Emperador transmitió a su hijo, desgraciadamente por vía oral, las razones de su cambio de parecer(59). El túmulo imperial fue adornado con las insignias imperial y real, y con las del Toisón y de las órdenes de Santiago, Calatrava y Alcántara. Es probable que la actual cripta no estuviera acabada en 1558, ya que la entrada a la misma no se realizaba, como en la actualidad, a través del patio, sino que el ataud se introdujo por una abertura frontal, como en la iglesia de prestado de El Escorial(60).


Planta y secciones originales de las Descalzas Reales. Juan Bautista de Toledo ensayó aquí soluciones para El Escorial, como el Sotacoro y la elevación del Altar (probablemente sobre una cripta). Como señala Jesús Miguel González, la cabecera sufrió alteraciones en el siglo XIX, al quemarse el retablo de Gaspar Becerra. El actual es más alto, por lo que se bajó el suelo del presbiterio, dejando la capilla sepulcral de la reina Juana de Portugal -hermana de Felipe II- sólo accesible por la ridícula escalera esquinada actual. En la Windsor Library han tenido la gentileza de guardar estos planos.


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