Extracto del artículo «La idea de El Escorial y dos textos históricos hebreos: Josefo y la Misnah», publicado originalmente en El Olivo, XIX, nº 41, Madrid (Ene-Jun. 1995), pp. 41-62.
Cuando hablamos del Templo de Jerusalén se tiende a recurrir siempre a la fuentes bíblicas ortodoxas que describían el Templo: el Libro de los Reyes y el del Profeta Ezequiel. Sin embargo, hasta el siglo XVI había dos elementos más de debate, que, a partir de las críticas del Vaticano y la Inquisición a los trabajos de hebraístas como Arias Montano, se han visto relegados a un injusto olvido, que nos ha velado un aspecto muy importante de la polémica. Estas fuentes, que podríamos definir como «heterodoxas» desde el punto de vista antijudaizante, son Las Guerras de los Judíos y las Antigüedades de Flavio Josefo, y el tratado de las Medidas de la Misnah, el Libro Sagrado Judío.
a) Flavio Josefo
Yosef ben Mattitiahou ha-Cohen, llamado en Roma Titus Flavius Iosephus, nació en Jerusalén el año 37 d.C., y murió en Roma el año 97. El año de su nacimiento puede ser clave para entender ciertas incoherencias en las medidas del Templo que cita, posiblemente trasmitidas por tradición familiar. Josefo era de religión judía, y escribió en arameo, aunque luego, muy posiblemente ayudado, tradujo sus obras al griego. Éstas son las versiones que nos han llegado, sin duda pasadas por el tamiz de la dura censura romana. Por ello, no es objetivo, sino tendencioso y hasta propagandístico. Su importancia en el cristianismo histórico radicaba en ser el único historiador de la época que menciona a Jesucristo, en concreto, en dos ocasiones.[1]
Los escritos de Josefo que han llegado hasta nosotros son Las guerras de los judíos (75-79 d.C.) en siete libros, Las antigüedades judías (93 d.C.) en veinte libros, la Autobiografía y el Contra Apión (entre el 94 y el 100 d.C.). Su difusión tiene lugar básicamente mediante el texto griego, aunque hay versión latina de las Guerras desde el siglo II. Paráfrasis como la cristianizadora de Hegesipo (siglo IV) en latín, adaptaciones como el epítome de Zonaras (siglo X) o la versión en ruso antiguo (siglo XI) tuvieron amplia difusión. Una versión en sirio del libro VI de las Guerras se incorporó como Libro V de los Macabeos a la célebre Vulgata siríaca (siglo VI), conservada en la Ambrosiana de Milán. En España es citado en numerosas ocasiones por Casiodoro, San Isidoro de Sevilla, San Beda el Venerable, Alfonso X el Sabio y Álvaro de Córdoba. Durante las cruzadas, Josefo es breviario y guía, debido a la calidad de sus descripciones de Palestina. En España tenemos tres manuscritos de Josefo, dos en El Escorial, descritos por Gregorio de Andrés en su catálogo, y uno en la biblioteca del Pilar de Zaragoza.[2] Existen, además, ediciones impresas en latín desde 1470 (reproducida en Basilea, en 1524), al catalán antiguo en 1482 (impr. Nicholas Spindeler) y en griego desde 1544. En castellano destacan Los siete libros de las guerras judaicas,[3] en su traducción de Alfonso de Palencia (Sevilla, 1492; sig. esc. LIX, 69-70), la sevillana de 1532 y Los siete libros de Bello Judaico,[4] traducción de Juan Martín Cordero (Madrid, 1549), que tuvo numerosas ediciones posteriores (1557, 1657 y 1791). Desde la época de la invención de la imprenta hasta la mitad del siglo XVII aparecieron no menos de treinta ediciones en romance. Las Antigüedades con la Autobiografía se tradujeron en Amberes en 1554. En 1558 se tradujeron al francés las Guerras (ed. de Burgoing, Lyon), al alemán en 1531 (trad. de Gaspar Hedio, Estrasburgo) y al inglés en 1602 (T. Lodge).
Pese a las reticencias que suscitó el personaje entre los autores judíos antiguos, es en Israel donde más se estudia en la actualidad a Josefo, al considerar únicas sus descripciones como historiador. En Occidente, desde la escisión de Lutero y Trento, Josefo empieza a leerse con recelo. El reformador lo citaba con frecuencia, lo que junto con la vuelta a la vieja costumbre de incluir a Josefo en la Biblia y las sospechas de criptojudaísmo hacen que una obra tan significativa como la Ratio Studiorum de los jesuitas prescindiera de estudiar a Josefo. Críticas a las Guerras pueden leerse, por ejemplo, en los escritos del Padre Villalpando.[5] Pero la mayor evidencia la tenemos en la expresa prohibición de traducir a Josefo en los índices flamencos y españoles del siglo XVI.[6]
b) La Mishna
Talmud (etim.: del hebr. lamad, aprender) es el Libro de los Judíos que contiene la tradición, doctrinas, ceremonias y policía, en el cual trabajaron sucesivamente, desde el siglo II al IV, los más acreditados rabinos de Israel, en conformidad con la tradición oral. Su contenido es la interpretación de la Ley escrita (el Pentateuco), y su autor sería también Dios. Así, la Ley (Toráh) revelada se compondría de estas dos vertientes, con el mismo rango y dignidad: Dios habría comunicado a Moisés los preceptos y su explicación. Completo, consta de más de diez volúmenes, y se compone de Guemará (complementos) y de la Misnah (etim.: del hebr. xanáh, repetir). Esta última es el núcleo del Talmud, recopilado de las tradiciones orales en Palestina a partir del siglo II d.C. Comprende seis órdenes divididos en tratados y capítulos. El orden Kodasim (cosas santas) incluye el tratado Menahot (medidas) sobre las dimensiones y partes del Templo. Este tratado es abundantísimo en parte haggádica y de excepcional interés histórico y arqueológico.
La primera edición hebrea de la Misnah (y del Talmud) tuvo lugar en Guadalajara, en 1482, edición de la que sólo se conserva una pequeña parte. Le siguieron las ediciones de Soncino en Nápoles (1492), Justiniano en Venecia (1546) y Praga (1614), textos obtenidos de la refundición de los únicos manuscritos que nos han quedado: uno babilónico y otro palestino. En cuanto a los comentarios, destaca especialmente el debido a Maimónides (1168-1180), que realizó los primeros análisis dibujados de la descripción del Templo, versión usada para la edición de Nápoles (1492) y que desde la de Bomberg (1523) se incluye en todas las ediciones impresas. Destacan también los comentarios de Obadías (1548) y Yom-Tob (1614). Se tradujo al latín en Amsterdam (1698), aunque ya existía una versión en castellano (Venecia, 1606) y un comentario latino del Menahot (Constantin L'Empereur de Oppyck, 1630). También circulaban por España selección de pasajes y comentarios a algunos capítulos desde el siglo anterior.
c) La descripción del Templo de Herodes
Antes de introducirnos en las descripciones de Josefo y la Misnah, debemos tener en cuenta que Jerusalén había tenido dos templos diferentes separados diez siglos en el tiempo, más un proyecto no construido. Según el Libro de Reyes,[7] Dios había dado los planos del Primer Templo a David, para que lo construyera su hijo Salomón (965 a.C.). Este magnífico Templo sería, por su diseño divino, un edificio perfecto. Tras su destrucción a manos de Babilonia (922 a.C.), el profeta Ezequiel (ap. 572 a.C.) vio en una visión otro grandioso proyecto cuadrado, que no llegaría a construirse.[8]
A partir de la conquista de Jerusalén por Pompeyo, más de medio siglo antes del nacimiento de Cristo, Palestina quedó bajo la vigilancia de Siria. Roma tenía un imperio demasiado extenso y estaba demasiado ocupada en sus asuntos para instalar el aparato administrativo necesario para ejercer el gobierno directo, por lo que se nombró rey a Antípater (r. 63-37 a.C.), que comenzó un linaje de reyes marionetas. Su hijo Herodes el Grande, no siendo de estirpe judía, sino idumea,[9] procuró buscarse el prestigio de su nuevo pueblo ampliando y embelleciendo el Templo, a la vez que le servía para dignificar y engrandecer su reinado. Herodes, para que Jerusalén tuviera el Templo que merecía, se propuso ampliar en tamaño y majestad el modelo de Salomón. Este fue el grandioso templo que Jesús conoció y cuya ruina anunció. Fue construido a partir del año 19 a.C., y tardó nueve años y medio en terminarse, aunque los últimos acabados no se terminaron sino en el 62 d.C. Conservó la estructura del de Salomón, aunque con más altura. En el ángulo noroccidental se construyó la célebre e inexpugnable fortaleza Antonia, dedicada al triunviro Antonio.
Según Josefo, se duplicó el atrio del antiguo templo (Guerras, I.XVI). Para ello se amplió el muro y se rebajó el terreno, con bloques de piedra gigantescos:
Estauan vnas piedras, como entretexidas, de veynte codos de largo y de diez de ancho [...] eran cortadas de marmol muy blanco y reluziente cada vna de veynte codos de largo, diez de ancho, y cinco de alto [...] El muro crecio veynte codos mas de lo que soler tenia [...] toda la altura de el era de veynte y cinco codos, las torres estauan mas levantadas, y mas altas q. el muro veynte codos, y otros veynte mas anchas, era el edificio d'estas cuadrado [...] el espacio de vna à otra era de dozientos codos (Guerras, VI.VI, pp. 245v-247).
El área del Templo, que según la Misnah (II.1, p. 1031) medía "quinientos codos cuadrados", estaba flanqueada por cuatro torres en sus esquinas, todas ellas diferentes (Guerras, VI.VI, pp. 246v y 249). La Misnah (Men I.3-4) describe exhaustivamente las cinco puertas del monte del templo (dos al sur, y una a norte, este y oeste) y las siete puertas del edificio del templo: "El atrio interior tenía en el sur y en el norte tres portales a alguna distancia los unos de los otros, y en el oriente, una sola, la puerta grande" (Antigüedades, XV.XI, p. 123). De éstas, la más importante era la de la «cámara de fuego», con "cuatro habitaciones, como celdas abiertas a una sala [...] era abovedada, espaciosa y estaba rodeada de terrazos de tierra" (Men I.6-7). El Santuario no estaba situado en el eje de simetría, como en el de la visión de Ezequiel, sino que "el espacio [abierto] mayor se encontraba en el sur, en segundo lugar en el este, en tercer lugar en el norte y muy poco en el oeste" (Men II.1).
Pero la parte que mejor describen los dos textos es el recinto interior del Templo, de trescientos codos, que incluía dentro el Santuario:
Porque esta parte del templo se llamaua el templo santo, y subiase à el por catorze gradas del primero, era en lo alto quadrado y cercado de otro muro que tenia para si propio: cuya altura, aunque por defuera passaua de quarenta codos, estaua pero cubierta con las gradas que tenia, la de dedentro tenia veynte y cinco codos [...] Auia despues d'stas catorze gradas vn espacio hasta el muro, llano y de trezientos codos[11] (Guerras, VI.VI, p. 248v).
Josefo no establece el ancho del recinto del Templo, pero la Misnah lo fija en 135 codos. Un dato importante para nuestro estudio es que, fuera del área sagrada, estaba el atrio de las mujeres, que Josefo no describe demasiado, pero que la Misnah describe así:
El atrio de las mujeres tenía ciento treinta y cinco codos de largo por ciento treinta y cinco codos de alto; tenía cuatro estancias en los cuatro ángulos en los cuatro ángulos de cuarenta codos cada una. Así será también en el futuro, porque está escrito: «me sacó al atrio exterior, y me hizo pasar los cuatro ángulos del atrio. En cada ángulo del atrio había un patio. En los cuatro ángulos del atrio había patios cercados», cercados, es decir, sin techo (Men II.5, p. 1032. Es una paráfrasis de Ez 46:21-22).
Resulta así la misma forma que las cruces de los patios menores de El Escorial. En efecto, las medidas exteriores del recinto del Templo son 300x135, medidas que, podemos adelantar, corresponden con las del convento del Monasterio . Según la Misnah, la función de cada uno de estos patios era la de que los nazareos ofrecieran sus "sacrificios pacíficos" en una olla, separar la madera corrompida, separar a los leprosos y guardar el vino y el aceite (Men II.5).
Para acceder a los dos siguientes niveles, el atrio de los israelitas y el de los sacerdotes, se subía por quince gradas semicirculares y por un muro de separación de dos codos y medio:
El atrio de Israel tenía una longitud de ciento treinta y cinco codos por once de ancho. El atrio de los sacerdotes tenía asimismo ciento treinta y cinco codos de largo por once de ancho (Men II.6). Éstos pertenecían al atrio interior, con sus trece puertas, donde estaba el santuario:
Todo el atrio tenía una longitud de ciento ochenta y siete codos de largo por ciento treinta y cinco de ancho. Desde la parte oriental a la occidental había ciento ochenta y siete codos: el espacio que pisaban los israelitas once codos, el espacio que pisaban los sacerdotes once, el altar treinta y dos, el espacio entre el vestíbulo y el altar veintidós, el hekâl cien, tras el propiciatorio once [es decir, 11+11+32+22+100+11 = 187]. Desde el norte a mediodía había ciento treinta y cinco codos: la rampa y el altar setenta y dos, desde el altar a los anillos ocho, el lugar de los anillos veinticuatro, desde los anillos a las mesas cuatro, desde las mesas a los pilares cuatro, desde los pilares al muro del atrio ocho [...] En el atrio había seis cámaras, tres al norte y tres al sur (Men V.1-3).
En este atrio se encontraba el «altar de los holocaustos», de 32x32 codos, con una rampa de acceso de 32x16 codos, separado del Santuario por veintidós codos y doce gradas de 1x½ codos (Men III.1-3 y 6). Como vemos hay una diferencia entre el recinto de Josefo y el de la Misnah, de 300 a 322 [187+135] codos, que coinciden con los 2x11 codos de los dos atrios intermedios. El Templo propiamente dicho, es decir el Santuario, quedaba dentro de este recinto:
Estaua el templo, es à saber el templo sacro sancto en medio, y subian à el por doze gradas, la altura y anchura por de frente era de cien codos, y por la parte de detras era quarenta codos mas angosto, porque las fronteras y entradas, se alargauan como dos [h]ombros veynte codos por cada parte.[12] La primera puerta tenia setenta codos en alto, y veynte y cinco de ancho [...] Toda la altura tenia cien codos, y por baxo no tenia mas de quarenta (Guerras, VI.VI, pp. 249v y 250v).
El templo medía cien codos cuadrados, con una altura de cien codos [...] La altura de la cámara superior era de cuarenta codos [...] De la parte oriental a la occidental había cien codos cuadrados: el muro del vestíbulo cinco codos, el vestíbulo once, el muro del hekâl seis, su interior cuarenta, el espacio intermedio uno, el debîr, la celda seis, el muro de la celda cinco. Desde la parte norte a la meridional había setenta codos: el muro del pasadizo de alrededor cinco, el pasadizo tres, el muro de la celda cinco, la celda seis, el muro del hekâl seis, su interior veinte, el muro del hekâl seis, la celda seis, el muro de la celda cinco, el espacio para la bajada de las aguas tres, su muro cinco [en total, 5+6+40+1+20+6+6+5 = 100 y 5+3+5+6+6+20+6+6+5+3+5 = 70]
Aunque el Santuario no era rigurosamente un cuadrado, su imagen tradicional sí lo era, como por ejemplo en las famosas miniaturas de Jean Fouquet que se conservan en la Biblioteca Nacional de París, en las que el Templo de Salomón parece una catedral gótica de forma totalmente cúbica. Josefo y la Misnah coinciden en la similitud de la forma general del Santuario, pero no en sus medidas:
El vestíbulo sobrepasa quince codos en el norte y quince codos en el sur [...] El hekâl era estrecho por la parte de atrás y ancho por la parte delantera, asemejando a un león, como está escrito: «Oh Ariel, ciudad en la que acampó David». Del mismo modo que el León es estrecho por la parte trasera y ancho por la parte delantera, así el hekâl es estrecho por detrás y ancho por la parte frontal (Men IV.7, p. 1038).
Primero se describe el atrio o pórtico o 'ulam
La primera entrada se mostraua con vna altura muy seguida levantada nouenta codos, y tenia de largo quarenta, y de ancho veynte. La puerta que dedentro hauia estaua toda dorada [...] altas de cincuenta y cinco codos y diez y seys de ancho" (Guerras, VI.VI, p. 249v).
El vestíbulo del Templo de la Misnah coincidía, por contra, con las medidas del de Salomón: "La entrada al Santo tenía veinte codos de alto por diez de ancho (Men IV.1)."
La descripción de la fachada sólo se encuentra en las Antigüedades (XV.XI, p. 119): "El Templo, lo mismo que el pórtico real, era más alto en el centro que en las alas laterales". Este párrafo normalmente se ha interpretado como que la fachada quedaba rematada por un frontón triangular, aunque otras fuentes lo suponen plano, con las naves laterales escalonadas. Algunos integran este frontón en una composición plana, al estilo de los templos romanos en los que pudo basarse Herodes. Otro punto controvertido ha sido la presencia de columnas corintias en la fachada, punto que Josefo no aclara. Normalmente se ha tendido a asimilar que debió guardarse correspondencia arquitectónica con las columnas del pórtico que Herodes construyó en el borde del Monte Moria: "El número de columnas era de 162, siendo sus capiteles del estilo corintio" (id., p. 122).
Después del atrio, se describe la nave principal o Sancta (hekâl), y el santuario o Sancta Sanctorum (dêbir):
Los que entrauan, venian à dar en otra parte mas baxa, cuya altura tenía bien sesenta codos, y la largura otros tantos, y la anchura veynte, diuididos otra vez en quarenta, la primera parte estaba separada quarenta codos [...] La parte del templo mas adetro era de veynte codos, apartauase de la de defuera con otro semejante velo [...] y esta era la que llamauan sancta sanctorum (Guerras, VI.VI, p. 106).
El velo fue el que debió desgarrar la tarde del Viernes Santo en el momento de la muerte de Jesús (Mc 15:38). El Arca de la Alianza ya no estaba porque se perdió tras la primera destrucción del templo. La Misnah es especialmente meticulosa al describir el Templo interior. Alrededor del hekâl y el debîr, había "treinta y ocho celdas: quince en el norte, quince en el sur y ocho en el este" (Men IV.3). La disposición de estas cámaras era la misma del templo salomónico: tres pisos de 5, 6 y 7 codos de ancho. En paralelo a estas celdas había un "pasaje circular para ascender a los tejados de las celdas" que rodeaba concéntricamente los tres laterales de celdas.
El templo estaba separado del atrio exterior por una cerca concéntrica de un codo, para que no pasasen "los Gonorrheos, que son aquellos que no pueden detener sus simiente [...] y à las mugeres tambien que tenian fluxo de sangre les estaba cerrada [...] y aun las mugeres limpias de todo esto no podian ni les era licito llegar al lugar arriba dicho" (Guerras, VI.VI, p. 251). Por último señalaremos que Josefo menciona que en el interior del Templo de Jerusalén tenía "apartamientos que pudiessen recibir dentro muchos hombres y cien camas" (Guerras, VI.VI, p. 248v). ¿Será tal vez éste el dato que impulsó a Felipe II a doblar el número de monjes que velarían su tumba?[13]
En el año 66, los romanos cercaron Jerusalén tras la sublevación general, y un soldado de Tito provocó un incendio que, al extenderse, arrasó el Templo. En el año 135 d.C, luego de aplacar la segunda rebelión judía, Adriano profanó el lugar erigiendo allí un templo -o una estatua, según otras fuentes- dedicado a Júpiter. Tres siglos después, el emperador Constantino transformó Jerusalén en un centro cristiano. La iglesia del Santo Sepulcro (335 d.C) fue la primera de una serie de grandiosas construcciones que se levantaron en la ciudad. Más tarde, los ejércitos musulmanes invadieron el país. En el año 636 el califa Omar conquistó Jerusalén construyendo la actual Mezquita de la Roca en el solar del Templo. Los cruzados conquistaron Jerusalén en el año 1099, fundando el Reino Latino de Oriente, que duró hasta el 1187, al caer la ciudad en manos de Saladino el Curdo. Los turcos otomanos conquistaron Jerusalén en 1517. Suleimán el Magnífico reconstruyó sus murallas, aunque los siglos posteriores conocieron su decadencia. En el siglo XIX, el revitalizado interés europeo en la Tierra Santa renovaron el desarrollo de la ciudad. El ejército británico conquistó Jerusalén en 1917, quedando, como consecuencia del desmantelamiento del imperio otomano después de la Primera Guerra mundial, bajo el Mandato Británico confiado por la Liga de las Naciones. Cuando éste finalizó, y de acuerdo con las Naciones Unidas, Israel proclamó su independencia, lo que le llevó a una guerra con Jordania y el resto de los países árabes.
El resto es historia reciente: divisiones, guerras, reunificaciones y esperanzadores tratados de paz. Pero también ha habido momentos de especial peligro: en 1551 se asesinó en la entrasa de la Explanada de las Mezquitas a Abdalah de Jordania, abuelo de Hussein. En 1982 dos ultranacionalistas y un cabalista consiguieron grandes cantidades de explosivos con la intención de repartirla en los túneles que socavan la Explanada para que no quedara piedra sobre piedra. Eso uniría de tal forma a los judíos de todo el mundo que Yahvé debería enviar por fin al Mesías. En 1996 tres palestinos murieron y treinta más fueron heridos otra vez en la puerta de la Explanada. Las últimas noticias (escribo esto a finales del año 2000) no son demasiado tampoco demasiado alagüeñas: Ariel Sharon, jefe del partido conservador israelí Likud, antiguo comandante del ejército que ocupó Beirut en 1982 y famoso por su odio fanático a los palestinos, entró por la fuerza en la Explanada de las Mezquitas el 28 de septiembre de 2000 con diputados de su partido y numerosos policías, una provocación perfectamente estudiada que dinamitó el proceso de paz y comenzó una nueva Intifada. La foto del niño palestino que murió junto a su padre en un tiroteo o el salvaje linchamiento de tres soldados israelíes por la multitud enloquecida quedarán grabadas para siempre en la conciencia de la humanidad.
[1] F. Josefo: Antigüedades, XX.IX.1, p. 342 y XVIII,III,3, tomo III, p. 233. Además deben contarse a Filón de Alejandría (m. 45 d.C., pero perdidos sus textos de los que sólo tenemos referencias) y el Toledoth Ieschua.
[2] Los primeros son el Escurialensis gr. 462 (sig. esc. f.I.14), y el Escurialensis gr. 307 (sig. esc. Y.III.7), del s. XII y de principios del XVI, respectivamente, siendo este último la única edición completa.
[3] Los siete libros de la Guerra Judaica y los dos libros contra Appion trasladados en latin por Ruffino patriarca de Aquileya e bueltos de lat. en romance cast. por Alfonso de Palencia Prologo dirigido a [...] Dna Ysabel Reyna de Castilla, Sevilla, M.CD.XC.II. La descripción del templo está en las pp. 112r-116v. Se basa en la traducción latina de Rufino, patriarca de Alejandría.
[4] Los siete libros de Flavio Josepho De Bello Judaico los quales contienen las Guerras de los Iudíos y la destruccion de Hierusalem y d' el Templo. En Casa de Martín Nuncio, Anvers, M.D.LVII.
[5] El jesuita negaba credibilidad histórica a Josefo y al Templo que describía: "Antes de Josefo nadie menciona a este Templo, y ni siquiera se encuentra una referencia en el Evangelio" (Juan Bautista Villalpando, S. I.: De postrema Ezechielis Prophetae visione Ioannis Baptistae Villalpandi Cordvbensis e Societate Iesv. Tomi secvndi explanationvm pars secvnda (1605), II.V.LXVII, p. S-488a, Siruela, Madrid, 1991).
[6] En el Índice de Quiroga (Index et catalogvs librorum prohibitorum..., p. 67v, Madrid, 1583) se vedaba a "Iosefo de las antiguedades Iudaicas, en Romance, ò en otra lengua vulgar solamente". Igual disposición puede encontrarse en el primer índice español, el Cathalogus librorum qui prohibentur (1559), contemporáneo con la publicación de las Guerras (1557) y el comienzo de las obras de El Escorial (1563). Luis Gil (Panorama social del humanismo español (1500-1800), pp. 508 y 533, Alhambra, Madrid, 1981) lo justifica por propiciar el orgullo racial de los judíos. En realidad igual prohibición podía encontrarse en la regla quinta del Indice hasta 1782 respecto a las biblias en lengua vulgar. El poder escolástico miraba las nuevas tendencias críticas filológicas con fuertes sospechas. En aquella época de fuerte antisemitismo, la Inquisición tendía a acusar de judaizante a los escrituristas que se apoyaban en la erudición rabínica. Pese a no desconocer Roma las imperfecciones del texto latino, nuevas traducciones atacarían a la unidad de la doctrina católica. Además, si los fieles hubieran llegado a conocer la dificultad de una traducción «literal» del hebreo, debido a la ausencia de vocales en esa lengua y a que una misma palabra puede sugerir diferentes significados, hubiera quedado totalmente socavada la autoridad de la Vulgata.
[7] La Biblia sólo cita las medidas interiores: "2 Tenía la casa que Salomón edificó a Yahvé sesenta codos de largo, veinte de ancho y treinta de alto. 3 El vestíbulo, delante del templo de la casa, era de veinte codos de largo, el ancho de la casa, y diez de fondo por delante de la casa [...] 17 Los cuarenta codos de delante constituían la nave delante del santuario [...] 20 El santuario tenía veinte codos de largo, veinte codos de ancho y veinte codos de alto" (I Re 6:2-20, pero también en II Crón 3:1-17). Josefo (Antigüedades, VIII.III.2, p. 77) lo describe de forma muy parecida, aunque añadiendo algún elemento nuevo en su descripción: "Tenía sesenta codos de alto y el mismo largo, y veinte de ancho. Encima se erigió otro edificio, de iguales dimensiones, de modo que la altura del templo era de ciento veinte codos [según I Re 6:2 la altura era de 30 codos, sin piso superior]. El frente daba hacia el este. Delante del Templo construyeron el pórtico, de veinte codos, armonizando con el resto de la casa; tenía doce codos de anchura [10 codos en I Re 6:3] y su altura se elevaba a ciento veinte codos. Alrededor del Templo construyó treinta cuartos pequeños [...] con pasajes que los unían entre sí. Cada uno de estos cuartos tenía cinco codos de ancho y el mismo largo, y veinte de alto". Los cuartos de la Biblia, que no especificaba su número, sólo tenían cinco codos de altura (I Re 6:10). "Después de dividir el interior del Templo en dos partes, el rey hizo la casa interior de veinte codos para la cámara secreta [sanctasanctorum en I Re 6:20], señalando la de cuarenta codos para el santuario".
[8] Descrito en el Libro de Ezequiel, sobre todo en el capítulo 40 al 43. La descripción del Santuario interior está en Ez 41:1 y ss. Todos los autores modernos comparan el Monasterio y el Templo de Salomón tomando la paráfrasis del Libro de Ezequiel que hiciera Villalpando, sin entender las grandes diferencias formales que tenía con las propuestas histórico-hebraístas capitaneadas por Arias Montano. Villalpando, que se declaraba alumno de Juan de Herrera, consiguió a través suyo el apoyo de Felipe II para la impresión de su obra. Para Montano, el imaginario Templo de Ezequiel, era un proyecto ideal, un modelo irreal de un edificio suntuoso, ya que ni siquiera cabía en el Monte Moria. Sin embargo, y ante el origen divino de la visión de Ezequiel, Villalpando propuso que su descripción debía servir para completar las medidas del Templo de Salomón, ya que no parecía lógico que Dios hubiera ideado dos proyectos distintos para el mismo edificio. Así, critica a aquellos que "confiados en las palabras falaces de los rabinos, intentan minimizar todo lo que las sagradas Escrituras sobre el Templo de Salomón, lo que consiguen con ésto es apoyar a los hebreos, que maximalizan el Templo de Herodes, con el que quizá todavía están soñando" (J. B. Villalpando: Ezechielem Explanationes, op. cit., II.III.XLIII, p. 188b).
[9] Para entender mejor las malas relaciones seculares entre los árabes de Edom (descendientes de Esaú, el hermano de Jacob) y el pueblo de Judá ver por ejemplo Gen 27:27-29 y 32:4-33; Núm 20:23; Salmos 137:7-9; Ezequiel 35,5 10-12, 15 y Abdías 1:10-16.
[10] Las citas de las guerras están tomadas de una versión contemporánea con El Escorial: la de Juan Martín Cordero, citada anteriormente, según su edición de 1557. La versión de Ed. Iberia es una transcripción moderna de este texto.
[11] Traducción no muy diferente de la de Alfonso de Palencia (Sevilla, 1492): "Despues delas quatorze gradas auia un espacio fasta el muro y tenia llanura de treziétos cobdos".
[12] En la versión de 1492 se lee: E su altura en el frontal de la entrada y su anchura tenia cient cobdos: y quasi era mas angosto de quarenta cobdos. Las entradas de cada parte a manera de ombros contenian veynte cobdos en espacio".
[13] Fray José de Sigüenza, O.S.H.: Historia de la Orden de San Jerónimo. Ed. del libro III: La fundación del monasterio de San Lorenço el Real (1600) y IV: Descripción y relación cumplida de todas las partes de la fábrica (1605), ed.
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