Desde el mismo siglo XVI se ha hablado de la relación entre El Escorial (1563-1584) y el Templo de Salomón, aunque normalmente sólo se señalaban los aspectos simbólicos. Pero las similitudes entre las plantas de los dos edificios y las comparaciones entre los dos reyes en momentos clave de la vida de Felipe II (1527-1598) apuntan claramente hacia que el rey intentó recrear el famoso Templo de Jerusalén.
A partir de 1540 Felipe compró multitud de libros sobre el Templo y llegó a financiar uno de los más famosos: la traducción del Josefo al castellano (Amberes, 1555). Los libros sobre educación de los príncipes -de corte erasmista- ensalzan a un Salomón rodeado de consejeros como un modelo para el entonces príncipe. Por ejemplo Felipe de la Torre (Amberes, 1556) subrayó la diferencia con su padre Carlos V, al que comparaba con el guerrero David, y animaba al ya rey a que "como otro segundo Salomón" edificara el "vivo Templo de Dios", que él relacionaba con la correcta educación cristiana de su pueblo.
Desde su juventud en los Países Bajos, Felipe fue comparado en prudencia y sabiduría con el rey hebreo, con el que compartía el título de Rey de Jerusalén. El entonces príncipe era llamado «prudente Salomón» o «Salomón Segundo» en su primer viaje a Bruselas (1549). Incluso llamó Salomón a uno de los tres perros que tuvo allí. En su segundo viaje a Flandes para la abdicación de Carlos V (1555) se recordó el hecho de que fuera nombrado rey en vida de su padre, "como en otro tiempo David al hacerse mayor quiso hacer con su hijo". Las citas resaltaban el componente dinástico de David y Salomón y la sabiduría de este último. Ya coronado, Felipe II apareció personalmente en la «Vidriera del Rey» de Sint Janskerk de Gouda (Dirck Crabeth, 1557) -donde Felipe II y María Tudor subrayan la relación de dos pasajes del Antiguo y Nuevo Testamento de una forma típicamente contrarreformista: así como Dios estaba realmente presente en el Templo de Salomón dentro del Arca de la Alianza ahora también lo está en nuestras iglesias con la presencia del Cuerpo de Cristo en la Eucaristía- y en «El Rey Salomón recibe a la Reina de Saba» de la Catedral de Gante (Lucas de Heere, 1559), donde es citado personalmente en el marco como "otro Salomón".
«He aquí a Salomón» y «He aquí al que es más que Salomón» |
«Del mismo modo otro Salomón, Felipe piadosa joya entre los reyes, dio aquí como fuera asombrosas escenas de sabiduría.» |
El salomonismo de Felipe II, del que aquí sólo hemos señalado las principales muestras, es indiscutible. Pero las dos principales pistas sobre el origen salomónico de la traza arquitectónica de El Escorial nos las dan el cardenal Poole, primo de María Tudor, y François Richardot, obispo de Arras, que llaman a Felipe a terminar "el Edificio que su padre había empezado" y a "reconstruir el verdadero Templo de Dios que es la Iglesia", nada menos que en su boda con la reina María Tudor en Londres (1554) y en el funeral de Carlos V en Bruselas (1558). Bien pudo ser aquí donde Felipe II asumió la responsabilidad de crear el edificio más idóneo para enterrar a su ilustre progenitor y a la nueva dinastía de los Austrias. La traza de su panteón familiar se haría según la sencilla disposición, modulación y medidas del Edificio Perfecto, el que el mismo Dios había diseñado: el Templo de Jerusalén.
«Así como David, abrumado por tantos trabajos como había tenido que soportar, declaró sucesor de sus reinos a su hijo Salomón, seguro de su valía y de su saber, así nuestro gran emperador, debilitado por las penas antiguas y las enfermedades presentes, dejó las cargas de su reino en las manos de su hijo [...] como Salomón después de la muerte de su padre, también usaría todos sus recursos y sus fuerzas para recomponer las ruinas del verdadero templo de Dios, que es la Iglesia. La cual, debo decir, tiene una gran necesidad de fortalecerse, dados los tiempos en que estamos» (Sermón de François Richardot en el funeral de Carlos V en Bruselas)
Coincidiendo con las últimas sesiones del Concilio de Trento (que terminó en 1563), Felipe II se aleja del salomonismo y busca convertir su edificio en referente universal de la Contrarreforma. Tras el establecimiento de la corte en Madrid en 1561, los referentes salomónicos -tan importantes en los Países Bajos- dejaron paso a consideraciones sobre la Fama Eterna de la dinastía austriaca, la victoria sobre Francia en San Quintín y los venerados Santos católicos (San Lorenzo y su parrilla, reliquias, cuadros, etc.). Tras la llegada en la década de 1570 a El Escorial desde Flandes de Benito Arias Montano, los cronistas de la época y toda una generación de estudiosos del Templo de Salomón volvieron a señalar el simbolismo salomónico de la obra, pero se diluían en discusiones sobre comparaciones entre el tamaño de los dos templos, o sobre sus diferentes costes. Así lo hicieron el mismo Arias Montano y Juan Bautista Villalpando, que escribieron los principales tratados sobre el Templo de la época financiados ambos por Felipe II, y el Padre Sigüenza, principal cronista de El Escorial, que dedicó un capítulo completo a comparar ambos edificios. Montano y Sigüenza fueron bibliotecarios del Monasterio y Villalpando fue alumno de Juan de Herrera. Probablemente Montano fue el autor de la idea de colocar las estatuas de Salomón y David en la portada de la Iglesia en 1584, llegando a escribir las referencias al Templo de Jerusalén en sus zócalos.
Pero el asunto clave que aquí tratamos es el paralelismo entre la arquitectura del Templo y el Monasterio. Los críticos modernos se han limitado a señalar los parecidos del monasterio con la reconstrucción del Templo de Ezequiel que Villalpando publicó ya terminado El Escorial. Mi propuesta plantea un nuevo enfoque arquitectónico y de fuentes. En realidad hubo tres proyectos diferentes para el Templo de Jerusalén: el de Salomón (965 a.C.), el de Herodes (contemporáneo de Cristo, realizado al estilo clásico romano) y el de Ezequiel (grandioso, pero nunca construido). El Segundo Templo (rectangular, no cuadrado como el de Ezequiel) se describía en los escritos del historiador romano Flavio Josefo, pero no en la Biblia. Josefo se consideró tras el Concilio de Trento una fuente heterodoxa, ya que los judíos y protestantes lo usaban para discutir las Sagradas Escrituras.
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Los parecidos entre este Segundo Templo y la parte del convento de El Escorial son extraordinarios. Sus medidas y modulación coinciden exactamente midiéndolo en codos hebreos, según los tomaba Herodoto y citaba Villalpando (1 codo = 31 dedos castellanos = 53'98 cm). La orientación hacia Jerusalén explica también el pequeño giro del Monasterio de 15º hacia el Sudeste. El esquema arquitectónico (la «Traza Universal») es prácticamente idéntico en su mitad Sur: cuatro patios de servicios en forma cruciforme, separados por una escalera de un patio mayor, donde vivían cien religiosos. Las torres también coincidían, antes de que Herrera las simplificara y añadiera la biblioteca encima de la entrada principal, doblando de paso el número de monjes. La transición de este esquema al definitivo con el doble de patios fue explicada por Chueca, pero relacionándola con las necesidades funcionales del convento. En cuanto a la Basílica original, sabemos que la actual fue un proyecto totalmente nuevo de Paccioto y Herrera, aunque lo que conocemos del proyecto de Juan Bautista -más pequeña- encajaba mucho mejor con las medidas y esquema del Templo de Salomón.
Y sin embargo, El Escorial no puede considerarse simplemente como una «recreación» del Templo de Jerusalén. El prototipo bíblico -modelo de la arquitectura perfecta, ya que había sido diseñado por el mismo Dios- se comportó más bien como un esqueje, un motivo de inspiración al que recurrir en busca de formas, ideas y símbolos. Las necesidades reales del particular programa de Felipe II (iglesia, convento, tumba, palacio y, más adelante, colegio y biblioteca), el estilo arquitectónico de la época y los problemas estructurales y de replanteo en una obra de esa magnitud impusieron otras soluciones. La «idea» arquitectónica original se fue difuminando durante la evolución del proyecto para renacer al final de la obra en el Patio de Reyes, donde las estatuas de David y Salomón subrayaron para siempre su relación con el belicoso Carlos V y el sabio Felipe II.
David «Operis exemplar a Domino recepit» (Recibió los planos de la obra de manos del Señor) |
Salomón «Templum Domino aedificatum dedicavit» (Edificó el Templo y lo dedicó al Señor) |
1) Hipótesis del autor: la primera idea del Escorial debió basarse en el segundo Templo de Jerusalén, el que conoció Jesucristo, reconstruido según la descripción de Flavio Josefo (S. I d.C.). El Templo propiamente dicho (el Santuario, en forma de una "T" invertida de 100 codos) se situaba dentro del Atrio de los Sacerdotes. En la parte inferior, sus cuatro patios de servicios (Atrium culinarii) se separaban por una escalera del Patio de los Sacerdotes. Sus medidas totales eran de 140x300 codos. 2) Hipótesis de Chueca: la arquitectura del pequeño Santuario salomónico no vale como modelo para la Basílica, por lo que Francisco Paccioto propone una cuadrada basada en el Vaticano. Para permitir el soleamiento del Patio del Convento la iglesia debía situarse al Norte del mismo (dejando la «cicatriz» del Templete de los Evangelistas). Sin embargo, la forma en "T" del Santuario es perfecta para las dependencias reales, que abrazan el presbiterio -como en Yuste- para seguir la Misa desde la cama. 3) Traza definitiva de El Escorial: para recuperar la simetría perdida, se añade por el Norte un palacio para alojar a la corte y un seminario para las nuevas generaciones de monjes, copiando el esquema de patios del convento. El espacio frente al Templo se cierra finalmente con una gran biblioteca, reduciéndose de doce a seis el número de torres y regularizando las alturas y cornisas de las fachadas. Resultado final: el complejo esquema final de El Escorial es un edificio formado por dos rectángulos con un gran patio y cuatro patios menores, separados por un templo cuadrado de 100x100 codos. El total mediría 380x100 codos (736¼x581¼ pies), más del doble del Templo de Salomón. |