Biografía
Hijo de Juana I de Castilla y de Felipe I de Habsburgo, nació en Gante (Flandes) en 1500. En 1515 fue declarado mayor de edad y desde entonces el joven Archiduque se encargó del gobierno de Flandes. El día 30 de mayo de 1516 fue proclamado rey en Madrid (conjuntamente a su madre Juana la Loca) y se convirtió así en el primer monarca hispano de la casa de Austria. Hasta su llegada se hizo cargo de la regencia el cardenal Cisneros. El nuevo monarca llegó a España un año después, cuando sólo contaba con 17 años de edad. Pero en 1520 partió hacia Alemania donde el año anterior, y gracias al dinero aportado por el banquero Jacobo Függer, había sido proclamado Emperador con el nombre de Carlos V, para sustituir a su abuelo Maximiliano I de Austria. De este modo, y pese a la oposición de Francisco I de Francia y Enrique VIII de Inglaterra, Carlos V reunió en su persona los territorios procedentes de la cuádruple herencia de sus abuelos: habsburguesa (Maximiliano I de Austria), borgoñona (María de Borgoña), aragonesa (Fernando el Católico) y castellana (Isabel la Católica). A través de Aragón heredaba también los reinos de Sicilia, Nápoles, Cerdeña y Jerusalén.
No obstante, los Estados gobernados por Carlos V o por sus representantes conservaron sus leyes tradicionales, fueros, lenguas, monedas, fronteras e instituciones. Durante su reinado alternó el gobierno de los reinos hispánicos con la atención a los problemas del Imperio germánico. Finalmente, cansado de las numerosas guerras y la agitada política exterior, en las abdicaciones de Bruselas (1555-1556), Carlos V adjudicó la herencia borgoñona, aragonesa y castellana a su hijo Felipe II, mientras que el legado de los Habsburgo y el título imperial iban a parar a manos de su hermano Fernando I, que era además Rey de Bohemia y Hungría (desde 1526, por su boda con la hermana de Luis II de Hungría) y Rey de Romanos (desde 1531, por decisión del Emperador que estaba capacitado para elegir heredero en el Imperio). De este modo, Carlos V consumaba la escisión de los Habsburgo en dos ramas, la austroalemana y la española. Posteriormente, el monarca regresó a España para retirarse en el monasterio extremeño de Yuste el 3 de febrero de 1557. Allí permaneció recluido hasta su muerte, acaecida el 21 de septiembre de 1558.
Política Interior
En 1517 llegó a España para hacerse cargo del gobierno de los reinos de Castilla y Aragón, tras la muerte de su abuelo Fernando el Católico, acaecida un año antes. Tres años después partió hacia Alemania para hacer valer su proclamación como Emperador germánico. Estuvo en Alemania, ocupado en los asuntos imperiales, hasta 1522, fecha en la que regresó a sus reinos peninsulares. En su ausencia se había producido la revuelta de los comuneros de Castilla, que acabaría con la ejecución de los tres cabecillas (Padilla, Bravo y Maldonado) en Villalar (1521). Mientras tanto, en Valencia y Mallorca tienen lugar las denominadas Germanías, revueltas antinobiliarias que fueron duramente reprimidas. El triunfo de los partidarios de Carlos V consolidó el poder de la monarquía, vinculó a la nobleza con la política real y debilitó la fuerza de las Cortes (que sólo se reunieron en cuatro ocasiones en la década de 1520) y de la burguesía, que, sobre todo en Castilla, quedó relegada a desempeñar un papel político y económico secundario.
Resuelto el problema de las revueltas, entre julio de 1522 y julio de 1529 (el período que más tiempo permaneció Carlos V en España), el monarca se dedicó a solucionar los problemas internos mediante la reestructuración del régimen polisinodial que habían iniciado los Reyes Católicos. Para ello organizó el gobierno de sus territorios peninsulares en cinco consejos consultivos: Castilla, Aragón, Inquisición, Órdenes Militares y Cruzada), a los que se fueron añadiendo nuevos consejos, a medida que surgían otras necesidades: Estado (1522), Hacienda (1523), Indias (1524), reorganización del Consejo de Guerra (1524).
A partir de 1529, dos años después del nacimiento de su primer hijo Felipe, estuvo bastante tiempo alejado de sus territorios peninsulares, ocupado en una política exterior trepidante. En su ausencia dejó como gobernadora de Castilla a la Emperatriz Isabel de Portugal. En 1530 se coronó emperador en Bolonia y en 1531, tras la muerte de Margarita de Saboya, tía de Carlos V, tuvo que ir a los Países Bajos a reorganizar el gobierno de esos territorios. En 1532 consiguió, al fín, expulsar a los turcos que habían invadido Austria, entrando victorioso en Viena. No obstante, el monarca regresó en cuatro ocasiones desde 1534 a sus reinos hispanos con el objetivo fundamental de conseguir subsidios para sufragar sus guerras europeas. Como consecuencia, el balance económico de su política exterior resultó desastroso para la hacienda castellana, ya que la mayor parte de sus rentas iban destinadas a pagar a los banqueros alemanes e italianos que habían sufragado las guerras del Emperador. Esta situación propició que en 1551 la deuda estatal ascendiera a casi siete millones de ducados.
Política Exterior
Una vez solucionados los problemas internos hispánicos de la década de 1520, su reinado estuvo marcado por una activa política exterior cuyos ejes fundamentales fueron: la guerra contra Francia para dilucidar la hegemonía europea, el descubrimiento y colonización de territorios en el Nuevo Mundo, el enfrentamiento con los príncipes protestantes con el objetivo de hacer valer su título imperial y la guerra contra los turcos por el control del Mediterráneo.
La primera fase de la política exterior carolina estuvo fuertemente marcada por el enfrentamiento contra Francisco I de Francia, que controlaba el Milanesado, posición clave para que Carlos V pudiera conectar sus posesiones centroeuropeas con sus territorios mediterráneos. El enfrentamiento bélico acabó con el triunfo de las tropas imperiales, especialmente efectivo en la batalla de Pavía (1525), que desembocó en el tratado de Madrid (1526, el año de su boda con Isabel de Portugal). Posteriormente, en 1528, los franceses cercaron Nápoles, que fue liberada por el Emperador. El conflicto terminó con la paz de Cambray (1529), también llamada Paz de las Damas, mediante la cual Francisco I renunciaba al Milanesado y al resto de sus pretensiones italianas. No obstante, el enfrentamiento con los franceses, que eventualmente se aliarían con los turcos y los protestantes, no cesó a lo largo de todo el reinado de Carlos V. Todavía en 1536 el mismo Emperador debió acaudillar él mismo sus tropasa en la campaña de Provenza contra Francia.
Mientras esto sucedía en Europa, en el Nuevo Mundo los conquistadores españoles realizaban numerosos progresos: entre 1519 y 1522 Hernán Cortés incorporó a la Corona el Imperio azteca. Una década más tarde, Francisco Pizarro hacía lo propio con el Imperio andino de los incas. En 1540 Pedro de Valdivia conquistó Chile, después del intento fracasado que había realizado Almagro cinco años antes. Un año después, Francisco de Orellana tomaba posesión de la Amazonía.
Al mismo tiempo, en Europa los conflictos tenían lugar en varios frentes. Los turcos suponían un serio peligro para el control del Mediterráneo y para el pacífico desarrollo del comercio en el interior de sus aguas. Tras la pérdida de Belgrado y Budapest (donde murió su cuñado el rey de Hungría), Carlos V junto con su hermano Fernando, defendió en 1532 la Viena Imperial del ataque de Solimán el Magnífico. Las tropas de Carlos V tomaron en 1535 las plazas de La Goleta y Túnez a Barbarroja, pese al apoyo de los turcos y su alianza secreta con Francisco I de Francia, aunque el pirata pudo refugiarse en Argel. A pesar de todo, el poderío naval de los turcos no sería totalmente aniquilado hasta la batalla de Lepanto (1571).
Por su parte, en Alemania la causa del protestantismo se desarrollaba con fuerza. A partir de 1530, fecha en la que el Papa Clemente VII coronó a Carlos V como Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, el enfrentamiento con los príncipes alemanes convertidos al protestantismo resultó inevitable. Carlos V intentó solucionar el problema por la fuerza de las armas, logrando inicialmente un gran triunfo en Mühlberg (1546) sobre la Liga de Esmalcalda (formada por los príncipes protestantes). Mientras tanto tenía lugar el Concilio de Trento, cuyo objetivo era dar cumplida réplica a los protestantes mediante un reforzamiento del catolicismo. Carlos V se presentaba entonces como el protector político del Concilio y el abanderado de la Contrarreforma católica frente a la causa protestante. Sin embargo, un recrudecimiento paralelo del enfrentamiento contra los franceses, los protestantes y los turcos, obligó al Emperador a reconocer al protestantismo germánico (paz religiosa de Ausburgo, 1555) y a concluir la guerra contra Francia (tregua de Vaucelles, 1556).
Familia Real
Sus padres, como hemos señalado antes, fueron Felipe el Hermoso y Juan la Loca que, pese a su infortunada vida, engendraron seis hijos y todos ellos sobrevivieron. Este hecho era extraño en esa época de terrible mortalidad infantil. Juana, además los vio a todos coronados: los dos varones, Carlos V y Fernando I, reyes de Castilla y Bohemia y sucesívamente emperadores; las cuatro hijas, cuatro reinas: Leonor, Reina de Francia; Isabel, Reina de Dinamarca; María, Reina de Hungría, y Catalina, la hija póstuma de Felipe el Hermoso, Reina de Portugal.
Carlos V se casó en 1526 con Isabel de Portugal, hija del Rey Manuel I (1495-1521), con la que tuvo cinco hijos, de los cuales sólo vivieron cuatro: su sucesor Felipe II, Juan (que murió siendo niño), María (Reina de Bohemia) y Juana (Princesa de Portugal). A esta relación habría que sumar varios hijos naturales, entre los que destacaron Juan de Austria y Margarita de Austria.
Arquitectura
No fue Carlos V, tal vez por su carácter y necesidades trashumantes un gran amante de la arquitectura. No tanto, al menos, como su hijo Felipe. Por lo construido, no pareció importarle tanto al Emperador la estética de las piedras como su importante significado retórico y propagandístico. En España las principales construcciones imperiales se hicieron al estilo de los antiguos romanos en los años treinta, especialmente en Granada, donde estaban enterrados sus dos abuelos maternos. Allí Diego de Siloé construyó una catedral sin imágenes ni retablos sobre un trazado fuertemente geométrico. El investigador Earl Rosenthal señaló muy acertadamente que dicha traza estaba inspirada en la del Santo Sepulcro de Jerusalén (The Cathedral of Granada, Princeton, 1561). Allí hubiera sido enterrado el Emperador sino hubiera mudado de opinión pocos meses antes de su muerte, recomendando a su hijo Felipe un edificio de nueva fundación. No debemos olvidar que el Santo Sepulcro fue construido en el siglo IV por el emperador romano Constantino alrededor de la Tumba de Cristo.
Planta de la Catedral de Granada y fotografía de la Capilla Mayor con el Sagrario, también en el centro de la cúpula.
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También, y seguramente debido a los buenos ratos pasados en la Alhambra durante su Luna de Miel con Isabel de Portugal, Carlos V quiso construir un Palacio al estilo de las villas suburbanas tan de moda entonces en Roma dentro del mismo recinto del palacio nazarí. La inspiración de su arquitecto Pedro Machuca vino entonces de las antiguas villas romanas de patio circular según las ideas del humanismo neoplatónico de los círculos de Rafael y Giulio Romano. Éstos tomaron su inspiración en la única villa de los antiguos de la que se conservaba una sugerente descripción escrita: las cartas de Plinio el Joven describiendo la villa de su tío en el Monte Mario. Sin duda, un caso muy parecido al de la exégesis del texto de Josefo sobre el Templo de Jerusalén que se materializaría El Escorial, como hemos contado ya en otros lugares.
Curiosamente, el Emperador no usó fuera de Granada referencias a ejemplos antiguos. Ni las remodelaciones del Alcazar de Madrid ni las primeras ampliaciones de sus residencias en Bruselas realizadas por su hermana María de Hungría atienden a otras inspiraciones que las arquitecturas locales. Tan sólo los arcos de triunfo construidos con motivos de las Joyeux Entrée en los Países Bajos se inscribían en este clasicismo romano tan de acuerdo a la imagen imperial a la antigua buscada por el Emperador. La primera vez que se usaron en los Países Bajos fue en la Gozosa Entrada de Carlos V en Valenciennes, preludio de los erigidos en numerosas ciudades neerlandesas para recibir al príncipe Felipe en 1949. A este gusto pertenecía también la Puerta Imperial de Amberes, construida en 1545 por Donato de' Boni Pellizuoli, hoy desgraciadamente desaparecida, como mucha de la arquitectura de esta época en esas tierras. Esta influencia sí pudo notarse posteriormente en las obras del arquitecto de María de Hungría, Jacques du Broeucq, que como respuesta a la arquitectura desarrollada por la corte de Francisco I de Francia creó en la década de los cuarenta las obras más importantes del llamado «estilo severo»: el castillo de Boussu, el nuevo ala del palacio de la gobernadora en Binche y las maravillas de Mariemont, su pabellón de caza.
(Felipe II) |